Entrevista a Andrés Suárez por su “Viaje de Vida y Vuelta”

Andrés Suárez lanza su nuevo trabajo de estudio titulado Viaje de Vida y Vuelta y aprovechando la ocasión me he podido reunir con él para conocer cómo ha vivido todo este proceso y cómo está viviendo esta etapa tan especial, a la vez que recordamos grandes momentos de su trayectoria.

En cuanto a los recuerdos de la pandemia, indica que no es tan cínico, déspota ni ruin para decir que lo ha pasado mal. Para él una pesadilla son las colas del hambre, la gente que ha tenido que vender hasta su casa o que lo ha perdido todo. Se queja, pero considera que no es de las primeras balsas que deben salvarse, sino que está al final. Quiere pensar que hemos salido de esta, no mejor, pero al menos hemos salido, dando gracias a los sanitarios diariamente y pensando en un noveno disco. Está centrado en el hoy, en lo que viene: las firmas, el Wizink… y luego ya se verá.

En cuanto a la promoción, recuerda un momento en que escuchó un audio de una persona hablando de sus canciones y lo que habían significado para su vida. Estuvo llorando durante cinco minutos. Todo eso se lo diría al chico que tocaba en el metro: que todo merece la pena cuando alguien se tatúa una letra tuya, se casa con una canción tuya o engendra vida con tu música. “Decía el maestro Javier Ruibal que quien no da la vida por un sueño… él la dio literalmente y sigue dándola”.

Hay muchos artistas que llegan al segundo o tercer disco y se olvidan de sus comienzos, pero él no. Recuerda cuando tocaba en bares donde no iba nadie, o cuando cantaba en el metro de La Latina y Eva Amaral le echó cincuenta euros para pagar el hostal. Años después pudo agradecérselo. Aquella etapa tenía su encanto. Sus padres le ayudaron siempre que pudieron, pero aun así jamás pensó en dejar la música, aunque llegara a casa un día y otro sin nada.

No cree en la suerte, sino en el trabajo. Sigue el consejo de su madre, “la más sabia”. Con dieciocho años se fue de casa a Santiago y con diecinueve o veinte se vino a tocar al metro de Madrid con el dinero ahorrado de la orquesta de Galicia. “Hay que trabajar y trabajar, y si algún día hay un poco de suerte, que te coja trabajando. No puedes darte un plazo: hay que estar dándole golpes a la campana hasta que un día suena”. Apuesta tanto por este disco que se lo ha tatuado. No reniega de los momentos oscuros, como los que recoge en Más allá de mis canciones.

Vive muy feliz en la sierra de Torrelodones, su “Galicia dentro de Madrid”: levantarse con sus perros, ver jabalíes y ciervos… “no tiene precio”. Otro lugar especial es O Grove, en San Vicente do Mar, que recomienda visitar al menos una vez en la vida.

Su rutina perfecta sería pasar tiempo con un libro, la chimenea, su gato, sus perros… Le enloquecen el surf, el submarinismo, el remo y cualquier deporte acuático. Le encantaría aprender a cocinar cuando tenga tiempo.

Reflexiona sobre los descubrimientos artísticos y cómo nos hemos acostumbrado a lo inmediato. Antes quedaba con amigos para comprar vinilos; ahora apenas recordamos cómo lo hacíamos. En el transporte vio a un chico pasando canciones cada quince o veinte segundos y ni sabía qué estaba escuchando. Del confinamiento recuerda carcajadas y agradece a Martita de Graná, David Perdomo, Touri, Jorge Bolaños, Omayra, Ana Milán y tantos humoristas. Reivindica el formato clásico: disco, vinilo, libro… objetos que esconden meses de trabajo y arte.

Si tuviese que rescatar un elemento de este trabajo sería la línea de optimismo y la capacidad de mostrarse. Salir en la portada es ya un salto. Se sube la voz, se atreve, aunque dé miedo. Cree que ha valido la pena e invita a la gente a salir de su zona de confort.

Sobre el Wizink, invita a quienes llevan dieciocho años escuchándole en Madrid, ahora incluso con sus hijos. Considera que han visto conciertos suyos, pero no un espectáculo. Ha invertido cariño, reuniones, atrezzo y vestuario. Le acompaña un “bandón” de músicos que llevan doce años con él. “Van a ver algo que nunca han visto conmigo”.

Para un siguiente encuentro, pide que por fin pase la resaca de la pandemia: la irascibilidad, la bronca, el nerviosismo… y que volvamos a ser tan felices como antes.

Esther Soledad Esteban Castillo

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