Alba Messa llega con todas las consecuencias para presentarnos un disco profundamente personal, lleno de verdad y de mensajes que todos deberíamos escuchar. Mucho más que música, Messa ofrece un proyecto al que vale realmente la pena prestar atención. Con la sensibilidad y la inteligencia que la caracterizan, pudimos reencontrarnos años después para esta conversación.
–¿Cómo te sientes al haber lanzado por fin el disco?
Por una parte me siento llena de cosas bonitas que me están llegando: que el disco se escuche, que llegue a gente nueva… Pero a veces me siento vacía por la cantidad de trabajo que recae sobre mí. Aunque tengo un equipo que cada vez me ayuda más, como artista independiente hay mucho trabajo que sigue en mis manos y es agotador. Que este sea un “plan A” y no un “plan B” es muy importante para mí. Realmente me importa mucho lo que ocurra con él.
–Aunque no es nueva para ti una etapa musical, esta sí es distinta, además componiendo tú misma.
Estoy escuchando a la vida, viendo cómo resuena, qué sucede. Intentando mejorar y crecer.
–¿Qué te llevas personalmente de este proyecto? ¿Ha cambiado algo en ti?
Muchísimo. Es casi como si no reconociera a la Alba anterior. Han sido dos años de trabajo que han supuesto una evolución enorme. Me he hecho un máster en industria, producción, composición… Todo lo que antes desconocía ahora forma parte de mi día a día.
En octubre me ficharon en Nueva York para componer para artistas internacionales, algo que no busqué ni imaginé. Desde entonces trabajo activamente componiendo para otros. Me ha cambiado la vida, y todo viene de decisiones difíciles, de perseverancia y de paciencia.
–Tu experiencia en Nueva York tiene que haber sido un regalo.
Lo ha sido. A veces tengo días muy malos porque soy muy sensible, pero justo en esos momentos llega un regalo. Creo que tiene que ver con sacar lo que siento y con crecer. Lo que he aprendido con este disco ya es un éxito aunque fracasara. Eso no me lo quita nadie.
–¿Qué es lo que más te seduce en una composición?
Cuando compongo desde cero necesito engancharme a algo musical, encontrar acordes que me atrapen. Me motiva componer para otros porque me permite meterme en otros personajes. Intento tener muchísimo respeto por la música, sea para mí o para otros.
–¿Cuál ha sido tu último descubrimiento musical?
El disco The Altar de Banks. También el último de Sigrid. Busco sonidos más experimentales para abrir mi imaginario. Tengo una lista enorme de cosas que quiero probar.
–¿Cómo sería la banda sonora de tu vida?
En la adolescencia escuchaba muchísimo The Cure y The Killers. Luego artistas femeninas como Sia, Ariana Grande, Beyoncé, Julia Michaels. Españoles como Rayden, Miss Caffeina, Rufus. Y electrónica como Bonobo.
Soy muy obsesiva: puedo escuchar un disco durante semanas hasta agotarlo. Pero intento escuchar mucha música y descubrir cosas nuevas. Hay tesoros increíbles si se busca.
–¿Qué artista te gustaría que te hubiese compuesto una canción?
Sia o Julia Michaels.
–¿Y tú? ¿A quién le escribirías una canción?
A cualquier artista que lo necesite. Creo que una de mis virtudes es poder sacar algo profundo de la persona, algo que quizá no puede expresar. Me importa más la música que el artista.
–¿Te ha ayudado tu faceta como actriz?
En todo. Componer también parte de mi actriz. Busco un lugar, una verdad, un momento concreto desde el que escribir. Eso cambia completamente el proceso.
–¿Cómo sería una película basada en este disco?
Pobre protagonista… El disco deja una sensación positiva pero para mí tiene mucho dolor. Muchas canciones vienen de lugares muy duros. Me imagino a una chica saliendo de sitios profundamente dolorosos.
–¿Cuál es la canción más personal y cuál la más enérgica?
Enérgicas: Fantasma y Será, Será, tanto por la música como por el mensaje.
La más personal es difícil de elegir porque en todas cuento verdades íntimas. Compartir eso impone. Busco relaciones sinceras en mi vida y también con quien me escucha.
–¿Cómo sería para ti el concierto perfecto?
El concierto perfecto es aquel en el que hay una conexión real con el público. Cuando la energía fluye y el público es casi un músico más. Ese paréntesis en el tiempo en el que todos estamos sin expectativas ni juicios.
En mi cabeza el concierto perfecto también tiene bailarines, una banda enorme, cero errores… pero eso pertenece más al ego y a la ambición. Perfecto es cuando pasa algo con la música.
–¿Algún concierto especial?
De otro artista: uno de Jane. La admiro muchísimo: talento arrollador y humildad absoluta. Se nota cuando alguien trabaja desde un lugar verdadero.
Mío: el primer concierto que di con banda con mi anterior EP. Solo once personas. Fui muy feliz. No dependía del resultado, sino del momento.
–¿Un sueño cumplido en 2018 y otro para 2019?
2018: viajar a Nueva York y trabajar allí. Me cambió la vida.
2019: seguir dedicándome exclusivamente a esto sin tener que dejar la actuación por necesidad.
–¿Qué sitio especial recomendarías de Madrid?
Mi escuela de danza, que cerró hace tres años. Fue mi primera escuela, donde más crecí y donde más trabajé. Un sitio muy especial para mí.
Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid
