ENTREVISTA A MIGUEL ÁNGEL ARIZA DE ÚLTIMA EXPERIENCIA
Entrevistamos a Miguel Ángel Ariza en representación del grupo Última Experiencia. Una banda que, poco a poco, se va imponiendo en el panorama musical y que recientemente ha logrado, mediante crowdfunding, grabar su EP Oveja Negra.
Tal vez conozcáis su disco La casa de la bruja o hayáis escuchado alguno de los temas del single Kramer Sessions, que grabaron bajo las órdenes de Eddie Kramer en los estudios La Fabrique (Francia). De lo que estamos seguros es de que, una vez escuchéis su primer tema, ya no podréis dejarles escapar.
Nos reunimos con su guitarrista y vocalista para hablar del proceso que han vivido con la campaña de crowdfunding, de la música —en presente y futuro— y de su forma de sentirla y vivirla.
El crowdfunding cada vez se impone más como herramienta del presente y arma de futuro, pero Ariza comenta que, al estar tan presente, existe el riesgo de saturación: “El 90% de los mecenas que se han involucrado en este proyecto ya habían aportado en otros, y cada vez ponen más dinero. Como consumidor es espectacular”. Pone un ejemplo: “Si aportas cincuenta euros en este proyecto te llevas todo el material que hemos sacado en nuestra vida, y firmado”.
Llegó a Verkami “un poco por casualidad”, pero está muy satisfecho. Le comentaron que la media de aportación en la plataforma es de 25 euros, así que situaron las recompensas más jugosas entre 25 y 30: “La gente que ya era fan tenía los discos; aun así muchos han repetido porque el detalle de llevarlos firmados llama mucho la atención”.
Hacer música es lo que más le gusta en el mundo y, para él, un sueño autosuficiente. “El primer disco fue mi sueño y me lo pagué; ahora se ha hecho solo y es un orgullo, porque con cómo está la música es muy difícil vivir de ella y llegar al punto de que te cueste dinero. Antes no pasaba”.
Cita a Los Dorados como ejemplo de crowdfunding en España: “Fueron casi pioneros y recaudaron incluso más de lo que pidieron”.
No pudimos dejar de hablar de su colaboración con Juan de Dios: “Ha sido un lujo y cada vez será más complicado, porque se marcha a Estados Unidos”.
Se define en un estado “ansioso” musicalmente hablando: cuando compone temas nuevos, quiere tocarlos al día siguiente. Tanto es así que los cuatro cortes del EP ya suenan en los conciertos. “Nosotros no hacemos una gira, vivimos en una gira; es interminable. El fin de gira pasado fue tras un año y medio y en la misma sala donde habíamos empezado, pero no hemos parado desde entonces (como mucho, mes y medio)”.
“Me canso de mí mismo y de lo que toco muy rápido; soy inquieto. Pero de cara al espectador, si tienes un disco, tienes que tocarlo. Soy mi primer detractor y mi primer fan. Hacemos un concierto para que todos se vayan sonriendo y se lo cuenten a sus amigos. Creemos en nuestro directo: llevamos cinco años tocando, pero como si fueran cinco días”.
Valencia y Tenerife son, para él, ejemplo de éxitos recientes: “Es muy complicado llegar a la gente con una canción, pero lo estamos consiguiendo”.
Tampoco faltó la imagen pública de la música y los músicos: “A veces se tiene una imagen equivocada. No hay dinero para groupies ni excesos; la gente tiene reminiscencias del pasado. Yo he vivido como consumidor y melómano las vacas gordas: leía todos los libros y revistas. Quien se dedica ahora a la música es por vocación; esto es, más bien, una manera de perder dinero —al menos a nuestro nivel—”.
Inolvidable para ellos ha sido trabajar con Eddie Kramer. “He tenido a un dios de la música en la tierra —para mí— y no lo olvidaré ni lo cambio por nada. Te quita muchos pájaros de la cabeza: a veces haces cosas sin la repercusión que merecen y debes autoconvencerte de que son buenas. Me lo llevo a la tumba”.
Última Experiencia es, para los tres, un estilo y una filosofía de vida: carretera, manta y trabajo para darse el gustazo de seguir haciendo canciones. “Que nuestra música llame la atención en redes es fantástico. En un tiempo en que nadie tiene tiempo para nadie, que la gente lo pierda dedicándote unas palabras es de agradecer”.
Sobre futuro y sueños, cuenta que ha compartido horas con gente de gran repercusión y fama. “Si tengo que vivir modestamente de la música, seré feliz; lo que envidio es tener 24 horas al día para crear, buscar inspiración… A veces pasa una semana sin poder coger la guitarra para tocar lo que quiero. No lo miro con recelo por el dinero; me gusta lo que hago —aunque estaría bien ganar más—, pero al menos lo justo para estar con mi guitarra”. Ahora se permite desconectar una quincena, pero luego lo nota: “Lo bueno sería que saliera natural”.
Se amolda a redes y descargas: “Si das pan gratis, la gente lo coge. Mientras exista la posibilidad…”. Aclara que no está a favor de la piratería: “Pero, ¿qué solución le pones?”. Sobre plataformas: “Spotify es increíble, pero es casi tenerlo gratis: el autor no ve nada; tendrías que tener cuatro millones de escuchas”.
No le preocupa en exceso porque son una banda de directo, “pero si a un compositor le dices que hay descargas gratis, te dirá que cómo va a vivir”.
Mirando al futuro, su reto principal sigue pendiente: vivir de Última Experiencia. Aunque se gana la vida como guitarrista, lo que le llena es tocar lo suyo. Estudió periodismo enfocado al área musical y todo su camino ha ido en esa dirección.
Como recuerdo de un concierto que le marcó: la Navidad de 1999, cuando vio a Prince. “Fue mi primer gran concierto y estaba en la edad perfecta”. Desde entonces guarda todas las entradas; tiene una colección “brutal” que espera enseñar un día en redes.
Como deseo a futuro, ver a David Bowie. Iba a verlo en el Xacobeo 2001 —con coche recién estrenado y cuatro amigos, sin alojamiento—: tocaban Dylan, Muse, The Cure… y la gran cabeza era Bowie. Al final se lesionó y lo sustituyó Lou Reed —del que era muy fan—; “no fue lo mismo, pero fue un viaje para recordar toda la vida y, además, muy bien de precio”.
Una charla en la que el tiempo voló entre notas musicales y miradas al pasado y al futuro: sin importar la situación, importaba la música. Con Última Experiencia las sorpresas están garantizadas, y Miguel Ángel es la perfecta muestra.
Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid




