Entrevista a Iván Morales por “Desayuna Conmigo (Esmorza amb Mi)”

Dos décadas después de concebir la idea, Iván Morales presenta Desayuna Conmigo (Esmorza amb Mi), su primer largometraje como director de cine. Con una sensibilidad marcada por su recorrido teatral y una mirada profundamente humana, Morales comparte el proceso íntimo y colectivo que dio vida a una película que ya está dejando huella en el panorama independiente.

Después de todo este proceso, y a las puertas del estreno, ¿cómo te sientes personalmente?

Yo tenía ya la idea de hacer una película que se llamara Desayuna Conmigo desde hace veinte años. No es que haya estado dos décadas intentando levantarla, pero sí que ha pasado todo ese tiempo desde que surgió la idea hasta llegar aquí. Aún siendo mi debut en el largometraje, vengo de dirigir y escribir varias obras de teatro, así que hay algo interno, un clic, que hace que el proceso siempre sea muy personal. Si esa catarsis no sucede, el proyecto no vale la pena. En este caso, sí sucedió. Y además ha conectado con los demás, ha funcionado en festivales… Eso me da una gran paz. Es como subir al Everest: llegas, y encima, sin matarte por el camino.

¿Qué idea te domina o qué es lo que tienes en la mirada cuando ves la película ya terminada?

Ya no me veo a mí. Veo el trabajo de todo el equipo, el corazón de Ana, Agnès, Jaume, Àngels, Roger… Es un álbum de fotos de gente muy querida. Quizás con el tiempo lo vea con más distancia, pero ahora lo veo así, como algo colectivo.

¿Cuál ha sido el mayor desafío y el mayor placer?

El mayor desafío fue cerrar la película, sobre todo en el montaje y la postproducción. Quería que todo el esfuerzo, la dedicación y los sacrificios del equipo tuvieran sentido. Sentí esa responsabilidad como director. Y el mayor placer, aunque suene a tópico, ha sido trabajar de una manera tan generosa, tan emocionalmente inteligente, con todo el equipo. Desde fotografía hasta vestuario, pasando por el reparto y hasta los figurantes. Eloy Azorín vino desde Madrid solo para aparecer en un plano. Esa energía está presente en cada fotograma.

¿Te sientes con ganas de repetir pronto la experiencia?

Sí, pero con calma. No me agoto mucho. Duermo mucho, pero también trabajo mucho. Lo que más gasolina me da es hacer cosas en las que creo.

¿Hubo alguna escena especialmente complicada?

Sí, por ejemplo, la primera secuencia que rodamos, con Iván Massagué y Marina Salas en la autovía. Fue compleja, aunque salió bastante bien. La ensayamos mucho con Carla Tobías, que hizo un trabajo fantástico. El segundo día rodamos la secuencia final, y eso no lo volveré a hacer en la segunda peli. También fue duro rodar en casa de Omar: el espacio era pequeño, agobiante, pero eso ayudó a contar quién es el personaje. Necesitábamos que se sintiera encerrado y alienado.

Si fueras al cine esta tarde sin saber nada de la película, ¿qué crees que pensarías?

Pensaría que hay gente muy guapa (ríe), porque son mis amigos. Pero me gustaría que el público saliera de la sala sintiendo que ha ganado cuatro amigos nuevos. Que hayan compartido una intimidad tal con los personajes que ya formen parte de su mapa emocional. Como esos cómics de Jaime Hernández, donde los personajes crecen contigo durante décadas. Me encantaría que alguien pensara dentro de unos años: “¿Qué habrá sido de Omar?”

Esther Soledad Esteban Castillo

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