
Con motivo del lanzamiento de Cautivos de las Pantallas, Los Riesgos de la Tecnología Digital en Niños y Adolescentes, me he reunido con Sabine Duflo en su visita al Institut Français de Madrid.
Es psicóloga clínica y terapeuta familiar. En 2017, crea un colectivo de profesionales de la infancia,
el «CoSE», que se dio como misión informar sobre los riesgos a los que se exponen los niños sobreexpuestos a las pantallas. El colectivo tiene un sitio web. La creación de una consulta «Adicción Adolescente y Pantallas» dentro del hospital psiquiátrico en septiembre de 2024, donde trabaja actualmente, es el resultado de varios años de trabajo y alertas a los medios para reconocer la sobreexposición a las pantallas como un factor contemporáneo de numerosos trastornos mentales en los jóvenes.». Se unió al Comité de expertos del público infantil del CSA y creó el método de los «4 Pasos». A pesar de los discursos de algunos profesionales que minimizan el impacto de las pantallas y afirman que la autorregulación es fácil, Sabine Duflo interpela a las autoridades sobre lo que se ha convertido en un asunto de salud crucial y, más generalmente, de civilización.
Gracias a la ayuda de David Radin, aquí os traigo todas las respuestas, no os lo perdáis:
1. ¿Cómo nació su interés por el impacto de las pantallas en la infancia y la adolescencia?
Mi preocupación nace de mi formación como psicóloga y terapeuta familiar sistémica. Esta orientación considera que el niño y el adolescente no son individuos aislados, sino el resultado de una interacción constante con su entorno. Tradicionalmente, este entorno estaba compuesto por la familia, los compañeros del colegio y los docentes. Hoy, ese ecosistema está fuertemente condicionado por el entorno digital. Ya no son solo los padres o profesores quienes modelan los gustos y comportamientos, sino las aplicaciones que los niños consultan a diario en sus pantallas.
2, ¿Cuál ha sido su experiencia clínica frente a este fenómeno?
Durante tres años trabajé en una unidad psiquiátrica cerrada con adolescentes. En mis consultas pedía sistemáticamente a cada joven, a sus hermanos y a sus padres, que me describieran un día entero en su vida cotidiana. Así comprendía qué ocupaba emocionalmente a cada miembro de la familia. Y lo que descubrí fue inquietante: el objeto de amor principal para todos era el móvil.

3. ¿Qué consecuencias observa en el desarrollo infantil por esta exposición prolongada?
Las pantallas interfieren gravemente en la adquisición de competencias humanas fundamentales: el lenguaje, la atención, la autorregulación emocional y la construcción del yo social. Todo esto, que se desarrolla a través del vínculo y la interacción directa, se ve obstaculizado cuando la pantalla se convierte en mediadora constante.
4. ¿Qué diferencias clave identifica entre la infancia y la adolescencia en este tema?
En la infancia, especialmente hasta los diez años, aún es posible intervenir eficazmente a través de los padres. Si ellos regulan las pantallas, los beneficios son rápidos: los síntomas del niño disminuyen, los padres se vuelven más disponibles, y los hermanos también se reconectan entre sí.
En la adolescencia, el desafío es mayor: los adolescentes ya tienen móviles con conexión y acceso libre a cualquier tipo de contenido, en cualquier momento del día. Esto equivale a dejarlos solos en el barrio más peligroso de la ciudad, sin acompañamiento ni protección.
5. ¿Cómo afecta esto a la construcción de la identidad y del yo social en los adolescentes?
El yo social se construye en grupos estructurados —el equipo de fútbol, la pandilla, el coro, las actividades compartidas— y en vínculos reales entre iguales. Pero muchos adolescentes ya no tienen eso. Nadie con quien jugar, con quien hablar. No hay interacciones cara a cara. Entonces, recurren a las redes sociales o a videojuegos online como única vía de validación social.
El problema es que acceden a este entorno digital antes de haber formado un yo sólido. Es como si su única bebida posible fuera vino: calma la sed, pero también los enferma.

6. ¿Qué plantea a nivel terapéutico?
Soy firme en esto: una terapia no debe durar años. Si en cuatro sesiones no hay una mejora, es que no estamos en el buen camino. El trabajo debe ser restaurar el entorno para que el desarrollo emocional se reactive. En los adolescentes esto es más difícil, por eso solicité la creación de una consulta especializada. Mi objetivo no es tener pacientes para siempre, sino devolverles un entorno saludable.
7. ¿Qué propone a nivel legislativo y social?
Hay que legislar el acceso a móviles conectados. Nosotros, desde la asociación Code sobreexposición a pantallas, recomendamos permitir el uso de smartphones con conexión solo a partir de los 15 años, coincidiendo con la entrada al instituto. Antes, solo móviles básicos con teclas, sin acceso a internet.
Y para los más pequeños, ninguna pantalla antes de los tres años. Después, solo contenidos de calidad, en momentos puntuales y nunca en espacios “sagrados” como el comedor, la habitación o la hora antes de dormir.
8. ¿Cuáles son esas reglas concretas que recomienda aplicar en casa?
Recomiendo la regla de los cuatro noes:
No pantallas por la mañana. No pantallas durante las comidas. No pantallas en la habitación. No pantallas una hora antes de dormir.
Estas prácticas ayudan a proteger el lenguaje, el sueño, la capacidad de expresión, y el vínculo familiar.
9. ¿Qué efectos ha visto en las familias por el uso excesivo de pantallas?
Las pantallas han destruido estructuras familiares. Dificultan los vínculos entre padres e hijos, entre abuelos y nietos, incluso entre parejas. El 80% de los casos que veo hoy están relacionados con problemas vinculados al entorno digital. Y esta situación requiere respuestas no solo clínicas, sino sociales.
10. ¿Qué tipo de formación deben tener los profesionales para abordar esta realidad?
Necesitamos formar a los terapeutas en dos ámbitos: en terapia familiar y en adicciones. Porque esto no es solo una cuestión educativa, es una adicción estructural. Hay que saber hacer las preguntas adecuadas y tener las herramientas para desintoxicar.
11. ¿Cuál es su vínculo personal con esta causa?
No llegué a ser psicóloga por casualidad. A los 11 años, mi cuidadora —a quien yo adoraba— nos reveló que era anoréxica. Al irse, yo desarrollé también anorexia. Fue una psicóloga quien, al traer a mis padres a consulta, me ayudó a mejorar. Desde entonces supe que quería dedicarme a esto: ayudar a niños y adolescentes, pero siempre involucrando a sus familias.
12. ¿Qué mensaje final quiere dejar al lector?
Mi libro va dirigido a todos los que usan Internet. Porque la adicción digital nos afecta a todos. Educar hoy implica enseñar a resistir a lo que las aplicaciones nos dicen todo el tiempo: “Déjate llevar.”
Educar es enseñar a decir: “No.” Y eso, en este contexto, es un acto de amor.
Esther Soledad Esteban Castillo
