Daniel Knowles publica “Carmageddon (Autocalipsis)”

EN LIBRERÍAS:  31-3-25


Desde que Karl Benz inventó el motor de combustión interna, el mundo ha girado en torno al automóvil. No fue solo un avance tecnológico, sino que transformó por completo nuestra forma de vivir.

A mediados del siglo XX, arquitectos y urbanistas, en alianza con la industria automotriz, reimaginaron la ciudad. La exposición Futurama, presentada en la Feria Mundial de Nueva York de 1939 y patrocinada por General Motors, imaginaba un futuro dominado por autopistas y barrios residenciales donde todos tenían coche. Figuras como Robert Moses y Le Corbusier impulsaron esta visión, transformando las ciudades con carreteras y autopistas a costa de viviendas y espacios públicos.

Estas decisiones no fueron casuales, sino el resultado de la presión política del sector automotriz y de los intereses de las élites que ya tenían coche. «Lo que era bueno para General Motors era bueno para Estados Unidos», decían los ejecutivos, y los políticos lo creyeron. Y todavía lo creen.

El automóvil prometía libertad, estatus y comodidad, pero sus consecuencias han sido devastadoras: contaminación, expansión descontrolada de las ciudades, tráfico y accidentes. Nos hemos acostumbrado tanto a su dominio que olvidamos sus efectos negativos: ciudades más feas, sucias e inseguras, además de una dependencia costosa para los ciudadanos.

Carmageddon, del periodista Daniel Knowles, explora cómo la planificación urbana centrada en el coche ha moldeado la sociedad. A través de un análisis histórico y económico,desentraña las fuerzas que consolidaron nuestra dependencia del automóvil.

Knowles recorre ciudades de todo el mundo para mostrar el alcance de esta crisis, como Nairobi, donde, a pesar de que pocos tienen coche, el aire está envuelto en smog. Pero también destaca ejemplos positivos como Ámsterdam, Copenhague, Tokio o Nueva York, que han reducido el tráfico y mejorado la calidad de vida de sus habitantes.

Aunque el coche ha definido nuestras ciudades y nuestra manera de vivir, Carmageddon destaca que aún estamos a tiempo de aplicar políticas que prioricen la movilidad sostenible, demostrando que otro modelo no es solo posible, sino urgente.

 

«En realidad, no era inevitable que el coche se apoderase de nuestras calles. Fue una operación deliberada que se debió a que los automovilistas tenían más poder que los peatones y los urbanistas pensaban que el coche era el futuro. Destrozamos nuestras ciudades para construir autopistas y aparcamientos porque pensábamos que eso nos facilitaría la vida. Todavía hoy subvencionamos a los dueños de automóviles cuando les proporcionamos carreteras gratuitas e insistimos en que las empresas ofrezcan gratis plazas de aparcamiento en terrenos que podrían utilizarse para algo útil, como viviendas. Todos los Gobiernos de Occidente parecen considerar un derecho fundamental que se pueda ir en coche de un sitio a otro de forma cómoda y barata».

Esther Soledad Esteban Castillo

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