Con motivo del exitoso cortometraje El Príncep de Álex Sardà, me he reunido con su creador para hablar sobre este proyecto, sus anteriores cortometrajes y poder conocerle mucho mejor.
El nacimiento de El Príncep
En cuanto a cómo nace el cortometraje El Príncep y cómo ha evolucionado el proceso hasta hoy, Álex cuenta que es una continuación de sus trabajos anteriores, en los que ya venía explorando diferentes dinámicas de la masculinidad: las dinámicas de grupo, el silencio, el tratamiento del abuso y cómo lo perpetramos o lo integramos restándole importancia frente a la pertenencia grupal. También le interesaba observar cómo estas situaciones se dan incluso en espacios que se viven como seguros, así como las fugas en los cuidados, en la responsabilidad o en la manera en que huimos de aquello que nos hace daño, buscando señales que ayuden a encontrar un centro.
Con sus otros cortos había abordado problemáticas que se percibían de forma más evidente como conflictos negativos, y en esta ocasión quería analizar estas dinámicas dentro de los espacios más protegidos, poniendo en cuestión la figura del padre y el origen del modelo de masculinidad: de dónde viene y qué nos ha llevado a ser como somos. El Príncep se pregunta qué ocurre cuando damos la espalda a aquello de nosotros mismos que no queremos mirar, especialmente cuando llega el momento de responder ante los problemas. En ese punto nos presenta a un protagonista incapaz de reaccionar ante la petición de ayuda de su propia familia.
Sobre cómo se ha sentido personal y profesionalmente con este proyecto, Álex considera que los procesos de sus cortos recientes están muy ligados entre sí y le gustaría poder proyectarlos juntos para ver qué generan en el público como conjunto. El personaje de Gang, y el silencio con el que termina ese corto, es lo que empuja a Artur a actuar como lo hace en El Príncep, con sus propios silencios. Después llega Fuga, donde todo estalla y asistimos a la relación con un padre que lo marca todo de forma muy directa, mientras que en El Príncep ese padre pesa desde la ausencia y a través de la mirada de la familia.
La diferencia es que Fuga, tras todo el trayecto de huidas y personajes, conduce a un lugar donde el protagonista encuentra algo que le ayuda a sanar y a reconectar con la tierra, dejando un poso de esperanza. El Príncep, en cambio, se sitúa más en la tensión, en la familia y en lo no resuelto.
Álex explica que ha trabajado temas que le interpelan como hombre y como parte de una sociedad atravesada por estas cuestiones, formulándose preguntas e intuyendo respuestas. Cree que no hay que tener miedo a mirar las cosas de frente ni a contarlas, y que es fundamental reconectar con el entorno y con los cuidados, algo que dentro de las masculinidades no siempre resulta evidente.
Conociendo a Álex Sardà
En cuanto al mayor placer del proyecto, destaca la alegría de comprobar cómo iban construyendo una historia capaz de sostener una trama de cine más clásica —con tensión, acción y estructura— que, al mismo tiempo, funciona como vehículo para hablar de capas más internas: las masculinidades, las herencias familiares, los silencios, las heridas invisibles. No se trataba de hacer acción por la acción, sino de usarla al servicio de todas estas inquietudes. El objetivo era generar un choque emocional y narrativo, que la historia pudiera ir a muchos lugares y resonar en distintos niveles.
El mayor desafío, por su parte, estuvo en el terreno práctico: conseguir las subvenciones y el presupuesto necesarios para rodar todo en apenas cinco días y medio, algo tan estimulante como exigente.
Si intentara ver el proyecto desde fuera, reconoce que le resultaría difícil tomar distancia, pero le divertiría comprobar si el público detecta los referentes que él reconoce en sus cortometrajes y observar las diferentes reacciones.
En lo personal, a Álex le conquistan los proyectos que le permiten descubrir contextos nuevos: micromundos que desconoce, espacios cotidianos vistos desde otra perspectiva y, sobre todo, personajes complejos, con deseos muy claros o grandes conflictos que los atraviesan.
Su día perfecto incluiría poder dormir bien, tocar música con sus amigos y con el grupo que tiene, cocinar algo rico y descubrir una película nueva, o ver por primera vez una que le marque especialmente.
Como recomendación cultural, destaca la sala Meteoro, en Poble Sec, un espacio que considera un pulmón esencial para la cultura underground de la ciudad, con conciertos independientes y sesiones de DJ. Es un lugar que, pese a las dificultades para subsistir, sigue resistiendo y le parece imprescindible.
En cuanto a sus últimos descubrimientos culturales, cuenta que había tenido que dejar de ir a conciertos durante un tiempo y que ahora está retomando esa conexión con la música en directo. Ha visto a Okay Kaya en Madrid, a Mark William Lewis en El Pumarejo, y recomienda los discos Ciudad de polvo de Sal del Coche y Joven predicador de Somos la Herencia. También le impresionó especialmente la exposición de Jeff Wall en La Virreina, donde pudo contemplar de cerca sus fotografías y los mundos que construyen.
No os perdáis todos sus futuros éxitos y siguientes pasos, seguro que todavía tiene mucho que contarnos.
Esther Soledad Esteban Castillo
