Entrevista a Àfrica Alonso por “Una Luz Tímida”

Regresamos al teatro Infanta Isabel para ver de nuevo Una Llum Tímida, la obra escrita por Àfrica Alonso, donde podremos trasladarnos a tiempos muy oscuros, una oscuridad que aún hoy se sigue vislumbrando. A través de un formato musical, conocemos la íntima historia de Isabel y Carmen, contada de forma directa y sentimental a lo largo de los años, viviendo desde los momentos más tiernos y románticos hasta los más crudos y reales. Una función que demuestra, a la vez, el amor en todas sus formas y posibilidades, destacando también su gran banda sonora, que además es de su autoría.

Tras varios años de aventura y de teatro en mayúsculas, han regresado al teatro Infanta Isabel y he tenido la oportunidad de reunirme con Àfrica Alonso para conocer cómo está viviendo el proceso con el paso de los años y cómo se sienten ahora.

Desgranando el proceso

Ante todo, destaca que están muy felices por el recibimiento, ya que en julio aún no se conocía tanto la obra y ahora sienten que la gente quería volver a verla. Es un proceso muy catártico, señalaba Alonso.

Sienten que, además de sufrir con la voz —que es un instrumento muy delicado—, es una auténtica rollercoaster para todes elles. Pueden haber vivido cuatrocientas veces el mismo proceso, pero indica que siempre les resulta un viaje emocional bestial.

También señala que han aprendido mucho con este camino y que han avanzado con los personajes: el primer acto tiene una parte más infantil e inocente que luego adquiere un peso distinto, como si la obra fuese ganando capas con el paso del tiempo y de los meses.

Les impacta poder representar a un personaje al que no conocían pero que existió, y que por desgracia encarna a muchas mujeres similares que estuvieron en el armario toda su vida. A la vez, ganan libertad para explorar y habitar el personaje al no haber podido conocerla personalmente.

Recuerdos escénicos

En el público han encontrado franjas de edad de todo tipo: les visitan abuelas y madres junto a los más jóvenes, porque, al ser una obra muy actual, también apela a la juventud de forma directa y permite aprender desde la emoción. Àfrica destaca lo paradójico de ver tantas familias reunidas para asistir a una historia sobre dos mujeres que tuvieron que romper su estructura familiar y quedarse sin ese vínculo tan importante. Lo poético y extraño de la vida, al mismo tiempo.

En cuanto al mayor desafío y el mayor placer de esta función, comenta que “siempre, siempre será llevar a cabo una producción teatral en este país. No solo diría que es un desafío, sino un obstáculo que la mayoría de las producciones no consigue superar, por motivos obvios, ajenos a la propia compañía y ajenos al valor de las obras que presentan.”

El desafío, insiste, es que hacer teatro siga siendo dificilísimo, mientras que actuar siempre es un placer, si se puede hacer en las condiciones que la función pide y necesita.

El mayor placer es el de la creación. Entiende que les actrices también crean, porque crear una vida encima del escenario lo es. En ese sentido, para ella la parte más placentera es interpretar a Isabel, aunque confiesa que quizá fue incluso más placentero escribir la obra: está en todos los lados de la creación y todo ha salido de sus entrañas. Poner cosas tuyas en algo que la gente hará suyo es un placer, comentaba con orgullo.

Recuerda que al principio del proceso todo le daba mucho más vértigo, estando como “un tocinillo” antes de salir a escena, pero ahora lo vive con más ganas: es un gran viaje que cualquier actriz estaría encantada de hacer.

Sobre un encuentro imaginario con Isabel, comenta que se callaría, la invitaría a lo que más le apeteciera de la cafetería y la escucharía hablar de lo que ella quisiera. Al final, dice, somos soledades buscando compartir esa soledad. Estaría feliz de poder compartir la suya con la de Isabel y escucharla sin necesidad de documentarse, simplemente dejándose llevar por lo que ella quisiera contar.

Acercándonos a su esencia

En cuanto a su banda sonora personal, destaca que tiene una lista en Spotify llamada Una Llum Tímida: aparte de la banda sonora oficial de la función, es un recopilatorio de canciones que la acompañaron durante el proceso de creación y que no pertenecen al musical. Explica que es más de canciones que de artistas, le va más la obra que la autoría. Le gusta mucho Amaral y Antonio Vega, y ahora está escuchando a Novo Amor, que viene a Madrid y Barcelona y quiere intentar verlo en mayo, porque no lo conocía. Dice que cuando una canción le obsesiona, no necesita escuchar muchas más de ese grupo: quiere quedarse con esa sensación. Se compara con la comida: si se hace un plato de arroz, necesita que lleve miles de cosas. Necesita variedad; trocitos de personas, de emociones, de cosas… todo mezclado.

Para futuros proyectos, destaca que lo que se lleva es el aprendizaje. Se siente fuerte después de haber levantado este proyecto titánico, algo que les ha ocurrido a todes quienes han pasado por él, estén ahora o no. También se queda con los tres primeros segundos de silencio que se producen desde las últimas notas de la guitarra hasta el primer aplauso: un silencio que recoge tantas cosas que se le quedará para siempre, cuando el teatro se convierte en una sola célula.

Junto a Júlia y el resto del equipo han ido aprendiendo juntes a lo largo del camino, con sus luces y sombras. El camino es duro en las artes escénicas, pero ante todo dan las gracias a ese gran público que ha seguido la aventura desde el principio: sin él no existiría Una Llum Tímida.

No os perdáis la función en cuanto tengáis la oportunidad. Seguro que no os vais a arrepentir: vuestro corazón saldrá tocado, pero agradecido, tras este gran viaje.

Esther Soledad Esteban Castillo

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