Entrevista a David Carrillo por “Clímax”

David Carrillo en Clímax

Con motivo del regreso de Clímax, una de las obras más exitosas que han pasado por el Teatro Alfil, he podido volver a reunirme con David Carrillo para hablar sobre la obra, hacer un repaso de estos últimos años y también conocerle un poco mejor. Si queréis acercaros más a él no os perdáis la siguiente entrevista.

Clímax y el mundo teatral

Nos comenta que en el Teatro Alfil se siente muy bien y que Clímax es uno de esos proyectos que se ha convertido en un auténtico fenómeno: ha llegado a más de 150.000 espectadores en el formato actual. La obra se compone de piezas cortas, livianas de hacer, con un mensaje muy positivo en cada una de ellas, ya que en todas hay que hacer un ejercicio de empatía con el otro. En Clímax todos los personajes tienen su clímax y todos sufren una transformación fruto de una relación con otra persona. Todo ello bajo el tinte de la comedia, que lo hace mucho más divertido y muy agradecido de interpretar. David asegura que podría hacerla toda la vida, como le pasó con Hoy no me puedo levantar, y que nunca se cansaría de hacerlo: para él es súper gratificante y un chute de energía total volver a la función.

Comenta que el regreso, ante todo, es una buena noticia y que se enfrentan a esta nueva etapa con toda la ilusión del mundo, pese a todos los cambios que se han producido en estos últimos meses en el mundo artístico. Su intención es agarrarse al escenario para vivir cada momento y cada noche como si fuese la última y, por supuesto, saborearlo mucho más. Está convencido de que esa energía se va a contagiar al público: habrá actores en estado de gloria y eso hará que el espectáculo sea aún más atractivo.

Como recuerdo, comparte que vio la obra como espectador antes de empezar a hacerla. Le pareció una obra muy liviana y amena, al haber muchos personajes e historias: una comedia muy fresca, con un leitmotiv y un denominador común. Además, con el “baño” de la comedia todo entra mejor. En cuanto la vio, quiso estar ahí y habló con el equipo. Tenía claro que quería que se hiciera en un teatro medio en el centro de Madrid, con un aforo de unas doscientas personas, que llegase mucho al público y que fuese un teatro perfecto para todo tipo de obras. El Alfil, dice, está muy bien acomodado y tiene mucha historia en plena calle del Pez, en Malasaña. Además, es el teatro de Yllana, que le da vida, forma y alma.

Para David, el teatro en sí es un elemento material que solo cobra sentido cuando los creativos lo llenan de alma y corazón. Un teatro sin compañía es un espacio desangelado.

En Clímax cualquiera de sus personajes le encanta, pero hay uno especialmente divertido: un masajista que aparece al final, un personaje muy explotado, divertido y algo exagerado. También le emociona mucho otro personaje, un hombre que ha muerto sin saberlo; a su lado hay una chica que también está muerta y se lo dice. Es una situación muy dramática pero, a la vez, se enamoran y juntos hacen más llevadero el momento de la muerte y el purgatorio. Es un personaje que le toca especialmente y siempre que lo interpreta se va con una lágrima en el ojo, reconoce que ya solo con el texto se emociona.

Sobre su profesión, cree que es muy importante no perder nunca la emoción y el sentimiento. Es un trabajo, pero también una emoción y un sueño; sin esa parte, se pierde casi todo lo que lo engloba. Se considera afortunado por ser muy sensible y tener facilidad para ponerse en el lugar de los demás, algo que le ayuda a asimilar el texto sin forzarlo y a emocionarse de verdad, aunque admite que en algunos textos ha tenido que recurrir a la sustitución.

Esta obra ha tenido muchos cambios con el tiempo y han pasado numerosos actores por ella. Ha sido escuela para muchos intérpretes jóvenes, como Víctor Palmero, que empezó en esta obra. Cuidan mucho al elenco y se sienten como una familia.

El teatro, reconoce, ha cambiado mucho con la COVID, pero para David es fundamental que siga en pie, aunque sea con menos aforo y más distancia. El teatro acerca a la gente, sea con un metro más o con un metro menos.

Un año de retos y descubrimientos

En el confinamiento recuerda que estaba en México haciendo Hoy no me puedo levantar, muy ilusionado. Llevaba dos meses y medio interpretándola, desde 2014/2015 que fue la última vez que la había hecho. Aguantó dieciocho días fuera del teatro una vez estalló la pandemia, pero su familia estaba muy nerviosa y al final él también se inquietó ante la situación. Aunque no quería volverse, porque le habría gustado seguir más tiempo interpretando el musical y disfrutando de la ciudad, su padre le ayudó a volver lo antes posible y finalmente llegó a Madrid el 2 de abril.

Su confinamiento fue un descubrimiento enorme de sí mismo: tuvo muchas conversaciones consigo mismo y revelaciones, aprendió a meditar y muchas otras cosas, y se reencontró con su madre, ya que hacía tiempo que no vivían juntos. Cree que hasta de lo malo hay que sacar algo positivo: si piensa en todo el daño que ha hecho el virus podría hablar de mil problemas —puestos de trabajo, economía destrozada…—, pero a nivel personal siente que todos hemos tenido que cambiar cosas desde dentro. La naturaleza y el planeta no funcionaban y, para él, esta etapa ha sido un ejercicio de introspección para sanarse internamente, curarse la autoestima y aprender a quererse para tratar a los demás con cariño y amor, ya que el amor empieza dentro de cada uno. Está contento de haber vivido este proceso, aunque triste por todo lo que ha dejado la pandemia, pero en su caso reconoce un crecimiento personal enorme.

Personalmente, se reinventa constantemente: es muy creativo y no puede parar. Cada día tiene veinte ideas y saca dos al mes, pero al final siempre termina saliendo alguna. Cree que lo importante es tener ideas y seguir pensando y creando.

Como recomendaciones, últimamente ha visto Patria, Veneno, y ha aprendido a hacer cosas relacionadas con la música, un mundo artístico que le conmueve mucho. Ha aprendido a meditar y le viene muy bien para los nervios; está muy conectado con esa herramienta para relajarse, dejarse fluir y sentirse más tranquilo.

Su plan perfecto incluye sol, quedar con amigos, disfrutar de la comida, la bebida y la gente con la que lo pasa bien, porque al final comer, beber y reír en buena compañía es muy importante para ser feliz. Piensa mucho en la familia —en el modelo de familia que cada uno quiera— pero, en resumen, en ese grupo que se quiere y se apoya sin condición, que tira hacia adelante y que juntos se ríen de la vida, porque cree que estamos hechos para eso.

A veces nos venimos abajo pensando que no gustamos a todo el mundo y es algo muy humano: nos gusta gustar, caer bien, querer y ser queridos. Sin embargo, para él es importante conectar con la energía del amor: desde ahí, cualquier cosa que te hayan podido hacer parece una minucia y entiendes que cada persona tiene su propia batalla. Se ha dado cuenta de que ha sido feliz con lo básico: los días que ha tenido un ataque de risa o ha compartido algo divertido en compañía han hecho que el día mereciera mucho la pena. En definitiva, las cosas que te hacen reír y sonreír son las más importantes.

La música y el cine de su vida

Su banda sonora personal, en la adolescencia, estaría formada por el pop inglés. Destaca a las Spice Girls: han pasado más de veinte años y para él han demostrado que eran verdad y no algo simplemente manufacturado, aunque salieran de un casting. Recuerda cómo terminaron dejando a su mánager por querer que fuesen todas iguales, y cómo defendieron la empatía, la diferencia y ser ellas mismas. Siente que dejaron un legado que fue mucho más allá de la música. También se identificaba con Robbie Williams y cita a David Bowie, The Beatles, Christina Aguilera, Britney Spears, Madonna

Le gusta también la música dance para bailar —electro, house— y actualmente le encantan Dua Lipa, Sia, Kylie Minogue, Pink, T. Rex… En general se queda con el pop inglés y estadounidense, pero en casi cualquier canción pop encuentra algo que le gusta, sin olvidarse de los clásicos. Al final, reconoce que tiende a los grandes “blockbusters”, como le ocurre con el cine.

Como película de su vida se queda con E.T., otro gran éxito de los 80 y 90 que ha marcado su infancia y adolescencia, etapas en las que todas las referencias artísticas te marcan profundamente. Cree que las referencias sanas y buenas son necesarias y no le gusta la música que trata a la mujer como un objeto, exigiéndole que esté “buena”: siente que en algunos mensajes se está dando un paso atrás con un discurso muy negativo. Para él, no son referentes sanos, aunque respeta los gustos de cada uno. En los 80 y 90, piensa, hubo una especie de “guerra” creativa que ahora no existe de la misma forma.

El mundo de los musicales ha sido muy importante para su carrera, pero ahora mismo no tiene ninguno pendiente en mente para interpretar en el futuro. Cree que si los personajes no están, se crearán, y que otros ya los ha hecho. Le gusta disfrutar de los proyectos como espectador, sin pensar en cómo los interpretaría él, porque prefiere dejarse llevar. Está convencido de que el musical que más le gustará hacer está por llegar. Recuerda, por ejemplo, que con cosas como la serie Canguros de Maribel Verdú o Club Disney proyectó mucho, con una energía muy limpia y sin prejuicios, y que al final terminó estando en esos proyectos. Por eso aconseja pensar que todo es posible: si no creemos que lo es, nos creamos barreras y destruimos el camino.

El mundo del doblaje también ha sido importante, aunque no aspira a nada concreto. Hacer a Ron Weasley en la saga Harry Potter fue maravilloso y es el personaje que más le gustó doblar. Ahora tiene un proyecto entre manos muy especial.

Cuenta que inicialmente le querían para doblar a Daniel Radcliffe, pero él siempre se vio como Rupert Grint; tras dos pruebas terminó siendo la voz de Weasley en la tercera película. Recuerda que al salir del estudio le comunicaron que el papel era suyo, tal y como había intuido desde el principio, y que en los rodajes fue haciéndose fan de las películas. Sobre su labor como doblador, rememora que era complicado porque no veían la película entera, solo sus frases, y no con toda la calidad cinematográfica final. Se hacía casi otra película y el material venía muy protegido, así que hasta que no llegaba el estreno al cine no podía alucinar con el resultado. Por supuesto, le encantaría que se produjeran más películas del mundo mágico.

Como objetivo en la vida aspira a ser feliz con lo que tiene y a tener gente buena alrededor con la que pasarlo bien. No quiere depender de ser feliz a costa de su éxito, porque eso sería desequilibrado. Siente que ahora está encontrando su equilibrio y su felicidad personal sin necesidad de apoyarse en nada externo.

Un pedacito de Madrid y una mirada al futuro

Como sitio favorito de Madrid se queda con el Barrio de las Letras y sus plazas, como la Plaza de Santa Ana, con las inscripciones en el suelo. Cree que Madrid está llena de lugares especiales y se queda con su gente y su energía, que al final hacen que cada rincón sea especial. En cada esquina hay belleza, pero para él Madrid está lleno de buenas personas.

Para el 2021 pide salud para él y su familia más cercana, que la vida le siga dando oportunidades para seguir adelante y que, con salud y una mejor situación, tendrá fuerzas para continuar. Está convencido de que será un buen año porque ha dejado de victimizarse y ha entendido que mucho de lo que busca está dentro de sí mismo.

Sin duda, fue una entrevista y una conversación muy cercana, todo un placer que espero volver a repetir en futuros proyectos y retos.

Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid

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