Entrevista a Fran Cantos por “Jauría”

Fran Cantos en Jauría

Fran Cantos: “Jauría es una masterclass de interpretación y de realidad”

La obra Jauría se ha convertido en uno de los montajes más comentados de los últimos años, removiendo conciencias y acercando al público, desde el escenario, a un caso real que marcó un antes y un después en nuestra sociedad. Con motivo de este estreno hablamos con el actor Fran Cantos, uno de sus protagonistas, para conocer cómo ha vivido desde dentro este proyecto y qué ha supuesto para él a nivel personal y profesional.

Dramaturgia a partir de la transcripción del juicio realizado a La Manada, construida con fragmentos de las declaraciones de acusados y denunciante. Una ficción documental a partir de un material muy real, demasiado real, que nos permite viajar dentro de la mente de víctima y victimarios. Un juicio en el que la denunciante es obligada a dar más detalles de su intimidad personal que los denunciados. Un caso que remueve de nuevo el concepto de masculinidad y su relación con el sexo de nuestra sociedad. Un juicio que marca un antes y un después. De Jordi Casanovas. Dirigido por Miguel del Arco.

Con motivo de este estreno nos reunimos con Fran Cantos, uno de los protagonistas de la función, para que podáis conocerle un poco mejor y descubrir cómo ha sido su participación en Jauría y mucho más.


– ¿Cómo estás viviendo personalmente el éxito de Jauría?

Afortunadamente está viniendo mucha gente y, al verlo representado en el teatro, se aclaran muchas ideas, ya que en este caso ha habido mucho ruido. Es muy gratificante que la gente salga transformada o revuelta con este caso, aunque ya estuviese muy concienciada. Sirve para afirmar ideas o para aclarar a quienes aún tuviesen alguna duda.

– No es lo mismo verlo en la televisión que ver el juicio entero en este teatro documento… ¿Qué pensaste cuando te llegó este proyecto?

Fue justo cuando vine a ver Ilusiones, otro montaje de Kamikaze Producciones en El Pavón, y Miguel me vio en la puerta cogiendo las entradas. Después me lo empezó a desarrollar. Fue un “sí” rotundo, ya que al ser Miguel del Arco y Kamikaze es un sueño, pero además tenía confianza plena en cualquier cosa que quisieran contar.

Es verdad que es un “sí” rotundo, pero a los dos o tres días te empiezas a plantear que no es ficción, que son transcripciones, y me contaron que Jordi Casanovas estaba inmerso en darle forma. Los miedos, al final, son livianos porque confiaba al cien por cien en Miguel y en que la visión iba a estar a favor de ella, por supuesto.

También me apetecía mucho estar en el proyecto, por un lado por la parte egoísta actoral de estar dentro de Kamikaze y, a nivel personal, por formar parte de algo a lo que había que darle voz para disipar dudas. Cada uno tiene derecho a pensar lo que quiera, pero me parecía interesante que se comentara el caso con verdad y con una propuesta firme.

Miguel lo dice muchas veces: vivimos en una sociedad y en un tiempo de titulares, y la gente no profundiza en la noticia. La sentencia está colgada en internet para quien tenga dudas, pero esas cosas de si hubo o no consentimiento… viendo ese vídeo nefasto que en algún momento circuló por las redes, solo cuando lo vieron hubo un juez que vio un cierto disentimiento y consenso; el resto de personas vieron un abuso, una violación, una agresión. Ahí estaba la disyuntiva…

Jauría en escena

– Imagino que llegado un momento tuvisteis que verlo también como una obra de teatro para que no os hundiese haciéndola…

Es difícil porque es imposible separarlo, y al principio había mucho miedo por nuestro comportamiento libre en la sala de ensayos. Afortunadamente, Miguel quiso romper eso y permitirnos incluso hacer bromas, porque no podíamos mantener una dinámica restringida.

El arte debe ser libre y, si partimos de la premisa de que no podemos disfrutar los ensayos, es imposible crear. Al final se rompió esa incomodidad por el caso que tratábamos para poder hacerlo lo más teatral posible. En otros idiomas al teatro se le llama “jugar”, pues eso: jugarlo. Así encontramos otras capas y dimensiones, rompiéndonos a veces en cadena, porque era imposible sostener ese acoso todo el tiempo sin liberar algo.

– ¿Cómo habrías afrontado tú el papel de María si te hubiese pasado en primera persona?

María lo dice muy bien: nosotros somos actores y es nuestro trabajo, pero es cierto que es una obra muy dura. Si nosotros, desde la posición de poder en la obra, hemos ido cayendo uno tras otro porque no soportábamos el abuso que le poníamos encima, ella lo está soportando en todo momento. Es muy difícil y la labor de María es brutal.

Durante todo el proceso de ensayos Miguel le pedía que rebajara, que no había necesidad de estar al cien por cien desde el primer al último ensayo. Incluso tuvo tortícolis. Miguel hace que el espacio de trabajo sea muy cómodo para que pueda fluir, y que el único sufrimiento sea el que ya lleva la obra en sí. Así se puede arriesgar al cien por cien, aunque ella, de tanto hacerlo, tuvo tortícolis un par de veces y hubo momentos en que rompió del todo.

El grito que hace María en medio del cubículo no ocurrió en el juicio, pero ella, en los ensayos, como actriz y como persona, necesitó explotar de esa manera. Miguel, por crear ese ambiente fácil de creatividad, decidió coger ese grito y abrazarlo. Es un grito de desesperación de quien es abusado.

– ¿Tienes algún momento más complejo para ti en la obra?

Sí, justo donde peor lo paso es en ese momento que te acabo de decir. No es porque tenga mucho texto, pero me permite ver lo que hacen los abogados y lo que va creciendo desde la sonrisa del principio, donde le intentan hacer la cama, hasta las preguntas tan intempestivas y dolorosas. Todo va remontando dentro del cubículo hasta que María explota. No hubo un día, en los ensayos, que no llorase. Es como ver una jauría de perros mordiendo a alguien delante de ti y no hacer nada para espantarlos…

– ¿Y tienes alguna escena que te sea más sencilla o que te ayude a calmar un poco más los ánimos?

La verdad es que no hay muchos momentos donde alejarse de todo. Aunque como actores podamos sacarle disfrute, porque si no sería imposible, es una obra poco “disfrutable” en ese sentido, porque es muy agresiva de principio a fin. Incluso la parte más calmada, que podrían ser ciertos momentos como el interrogatorio de la fiscal a los cinco miembros, donde puede haber ciertos divertimentos…

En esas mismas bromas que se repiten cada día creo que la vergüenza que pretendo hacer pasar en escena es muy real, y todos nos avergonzamos de hacerlas y vivirlas.

– ¿Qué crees que te parecería la obra si fueses a verla sin haber formado parte de ella?

No lo sé, porque no tengo esa perspectiva y, a mí, que me encanta la iluminación y la escenografía, me gusta mucho el teatro en general. Por mi pasado técnico me llama mucho la atención y se me queda todo en la retina, pero aquí me lo pierdo al estar en la parte iluminada…

El feedback que tengo de la gente que ha venido es que, conociendo mi gusto por el teatro de Miguel y de Kamikaze, me encantaría verla. Todo lo que he visto de ellos en mi vida, como mínimo, me ha fascinado, y creo que esta obra estaría a la altura.

– También por las redes sociales hay muy buenas opiniones…

Creo que casi no hay comentarios negativos de gente que la haya visto. Como es deporte nacional criticar sin haber visto, y vivimos en una sociedad de titulares y no de noticias… El otro día lo comentaba Jordi Casanovas en un tuit, al hilo de otro de José Padilla, acerca de quienes habían criticado la obra. Casanovas decía que se tarda en escribir una obra de teatro un año, un artículo de opinión una semana y un tuit diez minutos. Y diez minutos ya es mucho, porque vivimos al impulso.

Entiendo que la gente pueda tener cierto miedo y una opinión. También que, al ser un hecho real y reciente, la obra merece una base de respeto absoluta, igual que la propuesta de los creadores. Pero pienso que primero hay que ver las cosas antes de juzgarlas, y que las obras se merecen ser vistas antes que nada.

– Ya has interpretado muchos personajes en tu vida, ¿te queda alguno pendiente?

Mi padrino en Madrid, o uno de ellos —porque en esta profesión hay mucha gente que confía en ti y te da oportunidades—, es Paco Vidal, que fue también profesor mío en William Layton. Hicimos juntos mi primera obra, Nápoles millonaria, de Eduardo De Filippo, y la montó él. Me encantaría montarla bien, porque tiene mucha producción y es muy bonita. Cuando tenga más edad, aproximada al personaje de Genaro, me gustaría retomarla, aunque ya la hicimos hace cinco o seis años.

– ¿Y qué es lo que más te engancha como espectador en una obra?

El abanico es amplio, pero supongo que la verdad y una apuesta sincera y absoluta por lo que uno quiere contar. Creo que hace falta creerse totalmente lo que se está contando, y ahí influyen muchos aspectos. Si no hay una confianza absoluta en lo que se quiere comunicar, no impacta igual en el público. Me gusta que desde la dirección, los actores… en resumen, que lo que se quiere contar llegue plenamente.

– ¿Hay algo nuevo que hayas aprendido de la profesión con esta obra o en los últimos tiempos?

Creo que últimamente me he hecho una “masterclass” de interpretación. Primero con Un cuerpo en algún lugar, de Gon Ramos, con mi compañero Luis Sorolla, que ha sido, de verdad, una masterclass. Gon, como director, nos daba consignas para olvidarnos de las pautas y, conociendo ya la obra, nos daba la libertad de estar cada día en escena más libres. Vivíamos una experiencia más que hacer una obra, y eso se transmitía al público. Por eso ha gustado tanto.

Con Jauría, cada segundo de cada ensayo ha sido otra masterclass de comportamiento, actuación, dirección, saberte de repente creador dentro de un grupo de creadores, con una voz y una parte importante. Eso Miguel lo hace y te lo permite. Tienen una forma de entender el teatro que permite generar cosas desde la libertad; después enfocan y te dirigen, porque desde esa libertad se puede guiar y construir algo que merece la pena.

– Si tuvieras que mandarte un mensaje a ti mismo en tus principios como actor, ¿qué te dirías?

Que siguiera soñando y que tuviera cuidado con lo que sueña, porque quizá se puede cumplir… Ojalá todos se cumplan, pero ahora muchos se han cumplido, y uno de ellos es, por ejemplo, estar en Jauría.

– ¿Qué sueño has cumplido en 2018 y cuál deseas para este 2019?

El de 2018 sería Jauría, sin duda. Y para este año me encantaría hacer cine. Me gustaría ser, aunque sea, el camarero de El reino, de Rodrigo Sorogoyen. Me da igual el papel, pero me encantaría probarme en el cine.

– Si me tuvieses que hablar de la banda sonora de tu vida, ¿cómo sería?

Me vienen tantas bandas sonoras a la cabeza… Hace poco pusieron Memorias de África, y justo dos semanas antes la había estado escuchando en Spotify, y eso que no soy mucho de escuchar bandas sonoras en esta plataforma. Me gustan las grandes sinfonías y, de hecho, en la banda de mi pueblo tocaba la trompeta y hacíamos alguna de Ennio Morricone. Me quedaría con La leyenda del pianista en el océano.

– Si tu vida tuviese que ser una película, ¿cómo sería?

Me gusta la idea del antihéroe que no tiene que demostrar nada y que, al final, ve cómo las cosas se acaban cumpliendo igualmente, sin ninguna pretensión, porque ocurren desde la facilidad y el amor.

– ¿Qué sitio nos recomendarías de Málaga y cuál de Madrid?

Como sitio de Málaga, en mi pueblo hay un lugar que se llama Los Llanos de Matagallar, que afortunadamente sigue existiendo a pesar de que hace años intentasen hacer un campo de golf y cargarse un acuífero que reside por debajo. Me encanta, cuando estoy en Coín, irme por la noche con el coche o la moto a ver las estrellas.

En Madrid, pasear por La Latina o el Barrio de las Letras, que están llenos de vida y son preciosos.

– ¿Alguna recomendación cultural que nos puedas hacer para finalizar?

Un libro que, además, está relacionado con Jauría, aunque no es el más agradable: Violadas o muertas, de Isabel Valdés.

Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid

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