Andrew Tarbet: “La comedia es una droga; hacer reír es la bomba”
Andrew Tarbet asistió a la Escuela Nacional de Teatro en Montreal (Québec). Su primer trabajo fuera de la escuela, en 1993, fue como jefe de pista en Saltimbanco, con el Cirque du Soleil. Tras años trabajando en televisión y cine en EE. UU. y Canadá, se trasladó a Barcelona en 2005. Ahora es un habitual en los escenarios barceloneses, sin dejar de trabajar ante la cámara. Interpretó a Aarón en Exodus: Dioses y reyes, de Ridley Scott, y en 2016 estrenó El mal que hacen los hombres.
Ahora triunfa con la obra teatral Los vecinos de arriba y, con este motivo, nos volvimos a reunir para una entrevista más en profundidad que en nuestro último —y breve— encuentro.
Entrevista
—¿Qué fue lo que más llamó tu atención de este proyecto?
Creo que, más que nada, la gente. Llevo viendo el trabajo de Cesc desde hace años como director de cine; vi el estreno en Barcelona y me encantó la obra. El tema me afectó mucho y la idea de estrenar con Candela era muy seductora: la conozco casi desde el primer día que vine a España, y su experiencia de conocer el teatro por primera vez ha sido muy interesante.
—Estáis como en familia entonces, algo que no es lo normal…
Es una obra que, si no entras con el grupo, no vuela. Tienes que buscar la complicidad; al ser comedia, hay que encontrar los gags y la manera de hacer reír. Creo que la obra es buenísima porque es corta, rápida, efectiva, en tiempo real, y hace reír al público. No es fácil.
—A veces es más fácil emocionar que hacer reír…
Dicen que es más fácil el drama, no sé si es verdad o no. Hace muchísimos años que no hacía una comedia así, pura y dura. Aquí estamos para buscar la risa, defendiendo el personaje y la obra, pero el objetivo final es hacer reír. Es una droga, un placer… es la bomba hacer reír a la gente.
—La función vuela, es muy divertida y ágil…
Creo que está muy bien parida. Cesc pensaba realmente en cada palabra y en dónde va. Me gusta la idea de que el texto mana y es el dios de todo: tiene buen ritmo y era fácil ponerse en sus manos.
—¿Cuánto tiempo os llevó preparar la obra antes del estreno?
Siete semanas de ensayos. Me parece muy poco, pero es un lujo lo que tenemos. Hicimos previas: una “pre-previa” en Leganés y luego una semana aquí para que la obra encontrase su sitio.
—¿Cómo has afrontado este personaje?
Es complicado pensar qué quiere y cómo lo va a conseguir. Aquí no es evidente ni está dicho; hay poco en relación. Crear un personaje a través de su sanidad y su felicidad… Pilar y yo dijimos desde el principio que hablar de sexo así tenía que ser algo sano y no sórdido: esa fue la puerta para crear a Bryan. Tienes que hacer un trabajo interior potente, con necesidades que te lleven hasta el final. Al principio falta el público para guiarte —si funciona algo, si es suficiente—, pero luego comprendí más mi sitio en la obra.
—Luego el público os cambia completamente…
Un día piensas que una réplica funciona y al siguiente te sorprende lo contrario… y gusta. Así vas creando.
—¿En qué te ha cambiado personalmente esta función?
Hablo mejor castellano. Le pedí a Cesc unos días sin cambios para asentar el texto; cambiamos mucho y luego volvimos a la versión original. Tras un mes, ya podía hacerlo con seguridad.
—¿Momentos más complejos?
Mantener la tensión y sostener esa realidad no “tan normal”. La comedia es finísima: un día te besa y al otro te pega. Me encanta y me da respeto.
—El público de doble función se nota…
El público es clave. La obra está muy bien escrita y casi funciona sola; los chistes más fuertes funcionan por Cesc —sin menospreciar nuestro trabajo—. Hacemos una mini-reunión antes, escuchamos al público y yo hago mis estiramientos para “limpiar” el día.
—Ahora, a seguir explorando el personaje en la gira…
Tenemos una gira de setenta bolos por muchas ciudades. Es un buen momento y hay ganas de ver la comedia de Cesc.
—¿Algún momento favorito?
La entrada de mi personaje y su pareja: marca cómo me aceptará el público. Es la jugada del día. Luego todo va a toda velocidad y el ritmo es clave.
—El Teatro de La Latina.
Fantástico, lleno de historia. Profesionalidad relajada y familiar. Lleno, impresiona. Es una comedia popular “sin serlo”, con punto de drama y mirada sobre la convivencia: al público le encanta.
—Pura realidad…
Hay un punto de verdad y honestidad que te deja pensando. Me siento afortunado de estar en Madrid, con esta obra y en este teatro.
—¿Otro personaje que te tiente?
Ana, por su contención y tensión.
—¿Versión cinematográfica?
Sería fantástica y contenida. Ojalá.
—Verla sin actuar tú.
Aquí hay verdad y cariño. Es fácil verse en casi todos los personajes.
—¿Qué has visto?
Me quedé con ganas de Cabaret y Tierra de fuego. Madrid es una capital con oferta brutal. También museos: Tabacalera, Price…
—¿Un sitio especial de Madrid?
La Sala de Despiece y el Retiro. La ermita de San Antonio de la Florida, con Goya, y su rosal.
—¿Echas de menos tu tierra?
El espacio y la soledad. Me voy con la canoa en medio de la nada: me limpia el alma. Tengo dos países: Canadá y EE. UU. De momento, me quedo en España.
—Películas que te han influido.
La leyenda del indomable (Paul Newman), After Life y Nuestra hermana pequeña (Kore-eda).
—Banda sonora.
Ahora mismo, Friends de arriba a abajo; el primer disco que compré fue Nineteen Ninety-Nine. The Allman Brothers. Like a Rolling Stone…
—Día perfecto.
Mar, pescado, lluvia, cine, copa, baile y dormir.
—Un momento del año y uno a repetir.
Trabajar fuera de casa y cambiar de entorno me mantiene joven. Estar en Madrid te saca de la rutina. Quiero seguir viajando con mi trabajo.
Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid
