En una escenografía rodeada de plantas, una televisión, un sofá y poco más, dando absolutamente protagonismo a Estefanía, se irá desahogando con el público y haciendo un repaso de su vida desde lo más profundo y doloroso hasta intentar abrir una luz en su camino e intentar salir del pozo donde está metido, con una nueva banda sonora para su vida a ritmo de Nina Simone.
A veces la tristeza y la pena nos hunden en una espiral de desazón, nos paraliza sin poder hacer nada y nos desencadena un presente y unos hábitos nada saludables para nuestra mente ni nuestro cuerpo, incluso planteando el egoísmo de la tristeza. A pesar de estos posos, la obra tiene un toque de esperanza y de positividad, además de una idea muy interesante de como la tristeza puede convertirse en otros estados y el efecto del amor en ella.
La función tiene toques de humor también muy buenos y con la gracia natural de la actriz todo se acentúa. Sin desvelaros más de la función, os recomiendo que no os la perdáis para vivir el teatro desde un punto de vista distinto.
