Myriam Gallego: cómo encontró su propio Paraíso
Myriam Gallego acaba de estrenar su película Paraíso y, con motivo de este estreno, tuve el placer de conversar con ella sobre la película, acerca de cómo había sido grabar de una forma tan distinta y en un lugar tan lejano, y sobre otros asuntos que podréis descubrir si seguís leyendo…
Cómo encontró el Paraíso
Recuerda que ya la rodaron hace tiempo y lo que más le fascinó fue el guion. Ya había visto la película y, además, trabajar con Mariana y esta productora le encantaba, aunque su personaje y su aportación son mínimas.
Su escena favorita es, sin duda, la de Daniela Rincón (Carmen) y cómo se mueve en el universo gallego. Las mujeres gallegas le resultaron fascinantes porque ninguna había hecho cine antes ni había tenido contacto con este mundo, pero fue un elenco muy genuino y especial que la conquistó.
La mayor dificultad fue rodar de noche y acostarse de día. La misión del rodaje fue aunar a las mujeres e introducirlas en el lenguaje cinematográfico, ya que se confundían con conceptos como el raccord; a veces llamaban a Myriam por su nombre real o mezclaban realidad y ficción preguntándole por sus hijos. Hubo que repetir muchas acciones y gestos, y fue una labor ardua, pero le aportaron a Gallego una frescura que no se encuentra normalmente.
Todas las mujeres sabían quién era ella y la trataron con mucho respeto, transmitiéndole todas las ganas que tenían de trabajar. Tenían la edad de su madre y le trajeron muchos recuerdos, ya que la película está relacionada con el mundo de la comida y las canciones que escuchaba desde la cuna, por lo que ha reproducido un universo totalmente olvidado.
También le encantaron las experiencias locas que vivieron y el descubrimiento que fue Daniela y el mundo interior de Marina, que sin duda fue su mayor placer.
El mayor desafío fue ir hasta allí y la locura en sí de aceptar el papel sin saber exactamente a dónde iban ni qué pasos seguir, con tanta agua de por medio. También fue complejo estar a tantos kilómetros y mares de distancia, y además encontrar el lenguaje cinematográfico y el tono que se requería para el personaje, ya que el planteamiento inicial que tenía para él al final fue totalmente distinto.
En esta película tenemos una comedia sutil y fina que se torna amarga. Su personaje era de una edad más baja que la suya y ha sido un papel que le ha traído frescura y luz, también para el protagonista, al ser un alma libre en un entorno claustrofóbico.
Sus ideales como actriz
Los personajes que más le gusta interpretar a Myriam son los que no guardan ningún parecido con ella, como el de Lucrecia, al que le aporta dramatismo y lo lleva a la teatralidad total.
Ella busca frescura en su trabajo y que le aporte nuevos colores. Cuando acabó el rodaje de Águila Roja, cogió las maletas y se fue directamente al rodaje de Paraíso.
Respecto a los lugares especiales para preparar personajes, cree que cada uno encuentra el suyo propio: los halla mientras duerme entre sus sábanas o empapándose de información de muchos campos —cine, literatura o incluso las calles—, y así es como el personaje entra en su cabeza, anda solo y comienza a caminar por su propio camino.
Considera que tanto el cine como la televisión y el teatro son mundos totalmente distintos. En televisión, mediante un guion previo y la vida cotidiana, vas escribiendo día a día el perfil de los personajes y las tramas, dejándote llevar y cambiando de una semana a otra. El cine y el teatro, en cambio, tienen una puesta en pie muy diferente e interesante, con códigos propios: el cine permite diseccionar todo plano a plano, mientras que en el teatro tienes dos horas para dibujar un mapa de emociones totalmente distinto.
Ahora mismo siente que su casa está perfectamente amueblada, metafóricamente hablando, y no quiere descuidar ningún eje ni perder el contacto con los suyos por sobrepasarse de trabajo.
Myriam Gallego desde dentro
Siguiendo la línea temática de la película, si tuviera que quedarse con su plato favorito, cuenta que le encanta comer y disfrutar de la buena comida en general, pero no puede olvidarse de la tortilla de patata de su madre, la merluza gallega o unas lentejas. Le gusta la calidad en los productos y no necesita grandes innovaciones.
Sus gustos musicales son muy amplios y dependen de su estado de ánimo. Le gusta escuchar música jazz al levantarse y luego pasar al heavy por la tarde, en una especie de montaña rusa emocional. Le gustan las bandas sonoras dispares y recuerda que, cuando tenía dieciséis años, se inclinaba más por el heavy, con grupos como Extremoduro, Metallica o Led Zeppelin; luego pasó al jazz y a la música brasileña. Actualmente escucha mucho a Leonor Watling (Marlango) y a Bunbury. La música es muy importante para ella, consigue cambiar sus estados de ánimo y elevar sus emociones.
Su día perfecto sería en el campo, la montaña o la playa, con una buena lectura. Para ella leer es un lujo, pero se considera una persona sencilla que no pide grandes cosas y que, con el tiempo, ha aprendido a valorar todo lo que tiene. Le encantan las cenas con amigos en verano, con buena música y vino.
En cuanto a sus recomendaciones literarias, en verano le gusta releer poesía en momentos fugaces, y siempre cuenta con sus imprescindibles, como Dulce Chacón o Seda, de Baricco.
Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid

