ENTREVISTA CON DAVID NICHOLLS
David Nicholls, el autor que nos ha enamorado con novelas como One Day o No hay más preguntas, vuelve con una historia cargada de poder para emocionarnos y llegarnos a lo más profundo del corazón con una historia romántica y familiar llamada Nosotros que os aconsejo no perderos porque os sorprenderá.
El autor visitó Madrid y, en un céntrico hotel, nos recibió con una gran sonrisa, lleno de amabilidad y gratitud, y respondió a las siguientes preguntas que le planteé sobre el libro. ¿Queréis descubrirlas?
—¿Cómo nació esta historia y qué fue lo que más te movió a escribirla?
Yo nunca había escrito sobre familia: hay padres en One Day y en todos los libros que he escrito, pero no hay hijos, hermanos… Iban sobre amigos y amantes. Yo quería expandir mi rango y seguir escribiendo una historia de amor, pero con escenas familiares. Cuando me senté a escribir One Day no tenía hijos; para mí fue una especie de despedida de esa época de tu vida en la que puedes estar despierto todo el fin de semana, estás obsesionado con tus amigos y tu pareja, y es un tiempo muy romántico que de repente llega a su fin.
Cuando me senté a escribir este libro yo ya era padre de dos hijos e inevitablemente tus preocupaciones cambian. También viajé mucho después de One Day; no viajé tanto de adolescente o con mis veinte años porque no me lo podía permitir y me daba miedo perder un trabajo de actor, pero un día, en una promoción, empecé a viajar mucho y tenía ganas de escribir sobre estas ciudades tan apasionantes de un modo que no fuese pintoresco o sentimental, de alguna manera que estuviese lleno de aventuras desastrosas y de comedia.
—En este libro tenemos una historia de relaciones y sentimientos. ¿Qué relaciones consideras las más complicadas de la vida?
Creo que la paternidad y la maternidad son complicadas y difíciles: nunca llegas a ser el padre o la madre que quieres ser. Mis hijos son muy pequeños y ahora mismo estamos atravesando una época muy feliz, pero ya estoy preparado para que haya una tormenta terrible dentro de cinco o seis años. Es natural para los adolescentes querer rebelarse y establecerse a sí mismos como alguien distinto y forjar su propia personalidad.
Cuando eres adolescente hay algo bastante heroico y emocionante en ese acto, pero cuando te haces padre se te rompe el corazón. Definitivamente fue el punto más bajo de mi relación con mi padre; no creo que él supiese reconocerse en mí ya. De repente parecía alguien incomprensible; eso es difícil. El libro trata sobre la dificultad de un matrimonio largo, pero también, igualmente, trata sobre la dificultad entre padres e hijos.
—¿Cómo te influye ser actor y guionista a la hora de escribir una novela? ¿Te imaginabas viviendo todo?
Esto va a sonar pretencioso, por lo que pido perdón de antemano, pero, sobre todo cuando escribes en primera persona —como “yo”, no como “él”—, es un poco como interpretar y desempeñar un papel, porque todo lo que escribes es como una especie de monólogo y casi lo podrías interpretar. Es verdad que, cuando yo estaba escribiendo mi libro, no me convertí en Douglas, pero me encontraba a mí mismo usando su lenguaje; por ejemplo, él repite mucho “Terrific” y yo terminé diciéndolo mucho. Creo que hay un enfoque parecido al personaje y, de nuevo, no quiero sonar pretencioso, pero los escritores se hacen preguntas como qué música le gusta a mi personaje o qué hacían sus padres, y la preparación es similar. Yo reescribo mucho, pero casi nunca el diálogo, porque me gusta imitar la improvisación y suele ser lo primero que digo. Como escritor, me da más miedo describir el tiempo o una cara. He visto tantas películas, obras y televisión que, cuando trabajé como guionista, te permite ver cuándo los actores están felices y disfrutando; me gusta escribir ese tipo de diálogo.
—A lo largo de tus novelas has planteado tus pensamientos sobre el amor, pero, aunque es una novela muy abierta, me gustaría saber tu idea sobre el amor.
Bueno, es difícil, porque a menudo escribir sobre un tema rara vez te hace un experto, y si miras a los grandes escritores de las historias de amor suelen tener unas vidas privadas desastrosas. Pienso que el cliché es que no se trata de pasión, sino de compañerismo; se trata de una conversación y un sentido del humor compartido, y no estoy seguro de que eso sea correcto. Creo que la pasión, la energía y el entusiasmo son vitales; no creo que tenga que ser como una especie de sudadera abierta y cómoda: debe ser más activo. Hay una frase en una de mis novelas favoritas de Fitzgerald que dice que se prometen que nunca estarán demasiado cansados para hacer cosas juntos, y a mí eso me pareció una buena ambición.
—¿Qué parte ha sido la más emocionante y la más compleja del libro?
La primera mitad del libro trata mucho más sobre el tema del matrimonio y la segunda mitad es más sobre la relación entre el padre y el hijo. Escribí la primera parte del libro y luego descansé hacia el verano de 2013 y, en ese parón, mi padre murió en la vida real; cuando me volví a sentar a escribir sobre la relación del padre y el hijo, eso acababa de ocurrir. No se volvió autobiográfico y no hay nada de mí ni de mi padre, pero definitivamente eso estaba en mi cabeza cuando escribía. No me gusta la idea de que los escritores deban sentarse enfrente de su ordenador a llorar y creo que no debería ser terapia para un escritor, pero es muy difícil mantenerte a ti mismo fuera de la página; eso fue bastante emocional. No fue difícil; simplemente fue más crudo.
—Siguiendo con el ritmo de los viajes, ¿qué sitio te queda pendiente por visitar? ¿Tienes alguna anécdota de viajes?
Cuando fui a Ámsterdam a promocionar One Day me fui a cenar con mi editor y, cuando me fui del restaurante y desenganché mi bicicleta, pasó exactamente lo mismo que en la novela: que multitud de bicis salieron disparadas, tiraron a motos y hubo una pelea enorme en la calle, igual que en la novela, hasta que la prostituta se ve involucrada en la novela, que eso es ficción. En el sur de Francia me encontré a mí mismo adentro en el mar rodeado de medusas; no tuve un ataque al corazón, pero me dio mucho miedo. Cosas pequeñas, como ver los Goya en el Museo del Prado y estar totalmente impresionado: me parecieron increíblemente potentes y eso se ha colado en el libro. Por eso hay que hacer la investigación en persona, en carne y hueso, y no en Google, porque en persona te da gasolina, ideas y experiencias; en la pantalla solo consigues imágenes quietas.
No he viajado mucho y nunca he estado en la India, en Tailandia o en Indonesia; nunca he ido más al este que Moscú y nunca más al oeste que Los Ángeles. Eso es la mitad del mundo, y me gustaría poner un pie en Latinoamérica o en Asia. Me encanta Europa y me encantaría sentirme de verdad perdido: hay muchas ciudades occidentales que te dan una sensación familiar; me gustaría estar desorientado, confuso y retado.
—¿Qué consejo le darías a Douglas si pudieses hablar con él?
¡Tranquilízate! (risas). No funcionaría, pero le diría que se sentase quieto, respirase profundamente e intentase relajarse; también intentaría asegurarle que le quieren más de lo que él cree.
Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid

