Entrevista a Daniel Grao por “Emilia”

Entrevista con Daniel Grao

Entrevistamos a Daniel Grao, un artista de los pies a la cabeza y uno de los más queridos en Lunas Pasajeras.

Tras habernos sorprendido en numerosas ocasiones en su carrera, con Emilia lo ha vuelto a hacer y nos deja una interpretación contenida y muy conmovedora. Una obra para agarrarse el corazón bien fuerte y preparar a nuestra mente para lo que le espera.

Nos reunimos con él para hablar acerca de la obra y de sus sentimientos acerca de la misma, además de sus ideas respecto a la profesión y sus ideales.

¿Cómo llegaste a este gran proyecto?

Yo siempre digo que se lo pedí al universo porque vi La omisión de la familia Coleman cuando Claudio la trajo por primera vez a España a la sala Pradillo hace unos años y me volvió loco como espectador y como actor, sobre todo quería trabajar en este código de teatro que no es muy frecuente que se dé aquí. Pero entonces era una compañía con un director argentino que estaba de paso. Tuvieron mucho éxito y luego volvieron con la trilogía al Matadero, pero yo estaba en la sala grande con La Avería. Éramos vecinos y entonces le conocí personalmente, pero sin saber que iba a montar nada aquí. Él vino como público a la obra y me estuvo felicitando por el trabajo.

Después, cuando decidió hacer el proyecto de Emilia en España, se puso en contacto con Rosa Estévez, directora de casting con la que he trabajado, por ejemplo, en Hermanos, Mario Conde… sobre todo en televisión, y me propuso la obra. Aunque el personaje era pequeño, cuando escuché su nombre… Luego lo leí, me alucinó el texto y tuve una prueba, pero pensé que no tenía posibilidades porque pensé que no me estaba haciendo mucho caso. Luego, como amigos, me dijo que enseguida le pareció muy buena mi opción y que para él, en su cabeza, fue como un “ok, este personaje ya le tengo”, pero no me lo transmitió. Además, es curioso, porque para la prueba fuimos los primeros Alfonso Lara para el personaje de Walter y yo para el de Gabriel, y luego hemos sido los elegidos (risas).

En ese encuentro hubo algo mágico entonces

Estaba también Malena, que ya sabía que estaba en el proyecto y estaba para darnos la réplica y para configurar un poco ese trío.

Esto comenzó en Avilés pero ya lleváis bastante tiempo…

Sí, comenzó en Avilés. Hicimos una pequeña gira por allí, por el norte, que siempre está muy bien rodarla antes de traerla aquí, y la gira te obliga a estar cada fin de semana en un lugar distinto y no te puedes relajar. La verdad es que ya en la gira estuvo muy bien tanto de público como de crítica, tuvo un buen comienzo. En Madrid ha ido muy bien y nos espera una larga gira.

La sensación que tenemos todos es que estrenamos con la sensación de tener una obra ya rodadita por el último periodo de ensayos, que fueron muy largos, y en la última semana y media cada día hacíamos un pase con gente invitada, así que ya hubo entrenamiento.

¿Qué tal te sientes en el Canal?

Muy bien, teníamos muchas ganas de aterrizar y estar un tiempito cada noche. Lo de cambiar cada fin de semana está bien porque es muy intermitente, y estar un mes cada noche coge cuerpo la función.

Además tenemos una función con muchos temas muy complejos

No, ligera no es (risas), pero es curioso porque el código que maneja Claudio es hacerlo de una manera ligera pero con temas muy intensos. Ya desde los ensayos Claudio, sobre todo, quería que estuviésemos cómodos como actores, y en los ensayos, pese a la temática de la función y la intensidad, el proceso no fue psicológico ni intenso en el sentido de tener la sensación de que nos metíamos en un fango tremendo, aunque nos metemos. Nos llevó de una forma cómoda y agradable, así que la forma de trabajo ha sido como un paseo y ya te das luego cuenta de dónde te metes.

Al ser él actor será también mucho mejor la forma de trabajar…

Sí, es importantísimo porque además es como es: un amor. Los hay de todo tipo, pero es muy respetuoso con el trabajo del actor y también es muy inteligente, porque como actor que es sabe que un actor exigido, sobreexigido, tensado y en conflicto no da buenos resultados, pero uno relajado, cómodo y que está a gusto da más de sí.

Además tenemos un reparto enorme y muy variado…

Sí, es curioso porque si lo ves desde fuera ves que han mezclado, pero está muy bien elegido. Lo que sobre todo le interesó fue poner en común ese código y esa forma de trabajar, que estuviésemos en el mismo lenguaje porque todo fluye y las emociones también. La forma que tenga que venir fluye. Él no estaba muy pendiente de la forma, quería que cada instrumento sonáramos como tenía que sonar. Lo que puso en claro fue tener en común ese código: un trabajo que depende del otro, que no te puedes independizar del grupo y que tu respuesta va a depender de cómo te lo haya puesto el otro.

Estamos hablando de temas familiares y crear esas relaciones… Puede pasar que, aunque no hables, con estar mirando uno, adivina ya cómo suena el otro.

Otro de los grandes temas es el amor

Yo diría que es el gran tema, y también la incapacidad de amar muchas veces o las taras que tiene cada uno en la forma de amar, cómo lo ha entendido o bien cómo se lo han transmitido. Cada uno da lo que recibe y habla de eso, también de cómo nos engarzamos por las taras y lo mismo que te empieza atrayendo de una persona, acabas dependiendo de ello y con el tiempo puede ser tu pesadilla.

Por lo que veo podrá sentirse muy identificado el público entonces…

Además creo que remueve muchísimo pero desde lo sensorial. De pronto, durante gran parte de la función aparentemente no pasan gran cosas, aparte de dos situaciones comunes aunque sí un poco aumentadas, como si observases a una familia y le pusieras una lupa de aumento, y está un poco distorsionado pero reconocible.

Aparentemente no se habla ni se intelectualiza de nada importante, pero a través de esos comportamientos te puedes identificar, te recuerda momentos de tu familia o de alguna familia que conoces, y no sabes bien cómo se te va colando. A mí me parece que el gran hallazgo de Tolcachir es mezclar eso con el componente del thriller, diría yo: quieres adivinar por qué están ahí, de qué hablan… estás detrás hasta que al final lo descubres.

Las preguntas deben de volar continuamente por la mente del espectador…

Sí, se plantean muchas preguntas y luego mucha gente me ha dicho que le encanta que pase que, más allá de la sensación con la que acabas al finalizar la obra, al día siguiente y a lo largo del tiempo te acaban de caer las piezas, y está muy bien que pase.

Debe de ser también un personaje difícil de sacárselo uno de dentro tras acabar la función…

Sí, totalmente. No solo el personaje sino por el equipo humano, la familia que hemos creado nosotros. Somos un grupo muy amoroso, una familia más sana que la de Emilia.

¿Cuál ha sido tu escena más complicada?

La dificultad que tiene mi personaje es que, durante gran parte de la función, está ausente pero físicamente en la escena, pero no está dentro de la acción los dos primeros actos, y de repente entra a matar. La dificultad está en eso, porque cuando empieza la función, empiezan con algo más trivial que se va tensando, pero tienen una pista de despegue y yo me la tengo que crear en ese silencio. Me hago mi viaje interno para que cuando aparezca, aparezca, y es lo más complicado, pero es un disfrute.

Luego, cuando entro a jugar con ellos al cuadrilátero —porque aparte hay un par de intervenciones—, ya me lo paso bomba. Es una energía nueva que entra ahí y cambia todo, es el detonante que hace que el espectador termine de entender muchas cosas que se han ido acumulando hasta entonces.

¿Y tu escena más divertida?

Bueno, le tengo mucho cariño aunque no sé si es divertida, pero es un encuentro que tengo con el personaje de Leo, que interpreta David Castillo.

¿Hay algún aspecto o alguna parte de tu personaje que no hayamos podido ver que te gustara incluir en la obra?

Que necesite más para mostrar, no, porque está muy bien definido, pero luego hay mucho de cocina interna que está bien que sea interna, yo creo. Aunque si de repente fuese un monográfico de Gabriel habría muchas más partes, claro (risas). Me gusta esa cosa que tiene misteriosa y que no sabes al principio quién es, qué hace ahí, y esos dos parlamentos que tengo al margen de ellos son un poco crípticos, pero luego lo entiendes todo, y eso me estimula porque es enigmático. Es bonito y me gusta crear ese suspense entre el público.

Mostrar pero no darlo todo…

Claro, como que ya lo entenderán al final.

Si tuvieras que escoger algún otro personaje para interpretar de la obra, ¿cuál sería?

Yo ya he dicho que cuando sea más mayor —porque Alfonso Lara tiene algunos más años que yo—, dentro de ocho o diez años me encantaría hacer de su personaje. Es un personaje muy difícil y Alfonso lo hace maravillosamente bien, y sí que me gustaría.

Quizás para Emilia 2 o 3…

Volver a montarla dentro de unos años, quién sabe (risas).

Hemos hablado de los aspectos positivos y negativos… ¿Pero cuál es el mayor desafío y el mayor placer de Emilia?

Es que ha sido y está siendo todo muy placentero, y me quedo al final con lo personal y con lo humano. Uno de los mayores placeres ha sido estar trabajando con esta gente, trabajar con Claudio y conocer su forma de trabajar y su forma de ser, ver cómo alguien entiende el trabajo de una forma tan amorosa y lejos del conflicto y la tensión. Eso es una lección para mí.

El reto es siempre subirse a un escenario y estar a la altura de este tipo de montajes. Después de La Avería es justo lo que me apetecía hacer. La disfruté muchísimo e hice cosas muy difíciles de hacer en un escenario: bailar, ceremonias, máscaras, trabajar el cuerpo de viejo, de joven… y justo me apetecía lo contrario: una obra desnuda con el actor y el público cercano sin artificios. El reto está ahí: es a cara descubierta y no por llevar máscaras simplemente; es un trabajo que imita tanto a la verdad que cualquier truco se te ve y no puedes mentir, tienes que estar sincero, y a mí es como me gusta el trabajo.

Ojalá hubiese más gente como Claudio por lo que me cuentas…

Por supuesto, y las hay, pero ahora le he conocido a él. Hay mucha gente con la que me apetece trabajar y a la que le estoy siguiendo la pista. Yo las pido, porque a veces la vida te lo da…

Hasta hoy has interpretado multitud de papeles y registros, ¿algún reto más pendiente?

Hay algo pendiente que es la comedia. Encontrar mi forma, porque suelo hacer papeles muy intensos y dramáticos. Ahora en televisión estoy haciendo uno que, aunque tiene intensidad, es más desenfadado, más luminoso, incluso divertido… tiene otra energía y luego es muy vehemente con sus temas e ideales, pero tiene una forma cercana que, sin ser cómica, tiene sus momentos de torpeza. Tengo pendiente explorar más la comedia.

La verdad que es muy complicado tanto hacer reír como llorar…

Yo tengo mucho respeto a los buenos y buenas cómicas, también porque lo he frecuentado menos, pero me parece muy complicado.

Emocionar de verdad también es realmente difícil…

Todo tiene lo suyo (risas). Yo como público soy agradecido, depende también qué tipo de humor, pero como conecte soy escandaloso además (risas).

¿Eres más partidario del cine que te abstrae del mundo o del que te hace reflexionar?

Todo lo que tenga calidad es interesante de ver, pero sí que nunca he visto el teatro y el cine como algo evasivo, aunque a veces sí me gusta. No se trata de elegir por géneros, pero no lo busco tanto como entretenimiento y evasión. Me gusta que me hagan replantearme cosas, y con la comedia lo pueden conseguir muy efectivamente porque bajas la guardia, tiene su crítica… El caso es que esté bien contado.

Recomendaciones:

  • Libro: Lo pondría de lectura prohibida para que se leyera en los institutos Un mundo nuevo, ahora de Eckhart Tolle; me encanta cómo desgrana la mente humana, el ego, a que eleves tu nivel de conciencia… Si le hiciésemos más caso, tendríamos una sociedad más sana.
  • Canción: También se unen muchas cosas y me emociona mucho: La Aurora de Nueva York cantada por Enrique Morente, esa letra de Lorca del surrealismo y del poeta en Nueva York y con su voz…
  • Película: No digo que sea la mejor, pero mi película fetiche, porque se juntan muchas cosas, es The Dreamers de Bertolucci: por las referencias al cine, la banda sonora, el tema de la adolescencia, el despertar sexual, los primeros amores, la época que retrata, esa verdad y ese drama con ese punto estético… Se juntan muchas cosas y a mí me vuelve loco.
  • Obra de teatro: Breve ejercicio para sobrevivir, un trabajo maravilloso, muy recomendable.

¿Cómo me describirías “Emilia” desde el punto de vista del espectador?

Es una radiografía de las emociones y sentimientos que se despiertan dentro de la familia.

¿Algo más por destacar?

Os va a sorprender mucho el trabajo de David Castillo. Es muy bonito el salto que pega desde cómo comienza a cómo finaliza y termina de demostrar lo buen actor que es.

Esther Soledad Esteban Castillo, Madrid

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