Entrevista a Miguel Ángel Silvestre, Celia Freijeiro, Quim Gutiérrez y José Luis Cuerda por ‘Todo es Silencio’

Entrevista a Miguel Ángel Silvestre, Quim Gutiérrez y José Luis Cuerda – Todo es silencio

Con motivo del estreno de Todo es silencio, conversamos con Miguel Ángel Silvestre, Quim Gutiérrez y el director José Luis Cuerda. En un diálogo lleno de matices, repasamos la construcción de los personajes, el equilibrio entre comedia y drama, la importancia del teatro y la televisión en la sociedad actual y el papel del cine como reflejo crítico de nuestra realidad.

Entrevista con Miguel Ángel Silvestre y Quim Gutiérrez

—Miguel Ángel, tu personaje me ha recordado mucho a Tony Montana. ¿En quién te has basado para hacerlo?

M.A.: Cuántas veces habré visto esa película… Mogollón. Pero Tony es mucho más ambicioso que Brinco, que al fin y al cabo solo quiere la moneda. Se relaciona con el premio-castigo, tiene miedo a las palabras y a callar, prefiere coger la moneda y comprar el amor. Odia la figura de Mariscal, pero se convierte en él porque así puede comprar el amor. Es un animal con miedo a estar solo. Fui a Arousa a conocer la geografía, ya que es el lugar idóneo para el narcotráfico: se ven perfectamente las playas donde aparcar una lancha, salir corriendo y que nadie se dé cuenta. Conocí a personas que estuvieron implicadas, que no sabían qué habría pasado si hubiesen vivido en otra ciudad. Estuvieron en la cárcel y se vieron atrapados. Era algo familiar, todo el mundo fue partícipe: un pueblo. Cuando las palabras llegan, son firmes y contundentes. Conocí gente muy auténtica.

—Quim, te recordamos gracias a Arévalo más en el género del humor, pero aquí estás muy comedido y con menos palabras, lo dices todo con la mirada.

Quim: Me sorprende. He tenido personajes más comedidos. He disfrutado mucho con el trabajo de la contención, con la amalgama de sentimientos y la sutileza. Luego, cubrir las etapas que impiden al personaje decir lo que piensa. No se puede predecir, ya que no conoces su historia pasada. Imaginamos lo que le habría podido pasar a Fins, su historia pasada, que es casi un recuerdo: pasó más tiempo fuera que donde nació. Acepta un desafío que le pone el destino. Tiene una posición para decidir y decide ir al pueblo donde nació a detener narcotraficantes, sabiendo que puede encontrarse gente conocida. Pero se arriesga, a pesar de los principios inculcados del bien y el mal por su padre.

—Miguel Ángel, ¿cómo te has sentido en este registro? ¿Te gustaría volver a trabajar en una serie televisiva?

M.A.: Me sentí bien, hablando con Rivas y con todo el material que tenía, viendo los límites de cada personaje y todas las heridas de Brinco. Me sentí muy cómodo con Quim y Juan Diego, que compartían casi todas las escenas conmigo. Quim y yo estamos muy enamorados de esta profesión: ensayamos juntos y vi que la energía de Fins es muy distinta de la que yo había imaginado. Fue muy nuevo y estimulante. Construimos la relación de amistad. Sí me gustaría volver a una serie y desarrollar un personaje. Se tiene más tiempo y posibilidades para que el espectador lo entienda mejor y para ahondar en la profundidad del personaje y su herida.

—¿Qué similitudes hay entre el Duque y Brinco?

M.A.: Ninguna. Las motivaciones son muy distintas para acceder al poder y al dinero. Tampoco me he parado a pensar cómo es cada uno para compararlos. Lo vi muy claro al leer la novela: vi el dolor de Brinco, que lleva en la espalda. Los dos son narcotraficantes, pero uno se ve inmerso y el otro lo busca. Puse la energía en entender bien a Brinco y no en comparar.

—Para ambos: habéis hecho teatro, cine y televisión. ¿Cómo veis las nuevas posibilidades para los actores que comienzan y qué papel os gustaría interpretar?

Quim: El futuro… si fuera para un amigo, le diría que se dedicara a otra cosa. Yo empecé por casualidad y me he ido enamorando terriblemente de esta profesión. Le pido que me dé a cambio lo mismo que le doy yo: trabajo concienzudo, muchas horas y mi voluntad. Te enriqueces, pero necesitas que te devuelvan lo mismo. Es una cuestión personal, pero es muy duro defender cosas en las que no crees. Está claro que es más duro trabajar en la mina y defender tus derechos, pero desde esta situación moderadamente privilegiada diría que estudiara mucho y mantuviese el equilibrio entre lo que das y lo que te compensa. Una de las claves para el amor. Yo vi en las series en las que empecé a actores muy mayores, cansados, viniendo a rodar, y no sé si con 70 años tendría ganas de levantarme a las 7:15 para defender un trabajo. Comprendí que hay mucho que barajar. El personaje ideal es difícil, porque son muchos. Es una locura, pero me gustaría trabajar con Iñárritu, alguien que me exigiese 30 planos emocionales, sufrirlo y disfrutarlo.

M.A.: Son muchas las ilusiones de hacer personajes que se alejen de ti y sean trabajos profundos. Me gusta que me sorprenda la vida, pero trabajar una adicción muy fuerte me gustaría. Respecto a lo dicho por Quim: uno debe cuidarse de las expectativas que tiene, y mantener la llama constante. A veces, el nivel de expectativa se pone muy alto y no te da de comer. Es encontrar el equilibrio. Yo tengo muy claro lo que me gustaría hacer, pero no sé bien el camino. Quizás perdería la ilusión, y si te levantas sin ilusión… A veces es contradictorio conocer lo que uno anhela y sueña. El camino no siempre es dulce: es enigmático y me cuesta mucho tomar decisiones. Me mata, pero el objetivo está más claro que el agua. Se requiere mucho compromiso.

—Con el rodaje de Almodóvar de Los amantes pasajeros, ¿qué te ha costado más trabajo: la comedia o el drama?

Miguel Ángel: No lo mido por el trabajo que me cueste. José Luis quería contar poesía y Pedro nos daba material e información. Tenía muy claro qué quería de los personajes, pero daba libertad para que sucedieran las cosas. Es un material muy bueno, una de las mejores experiencias de mi vida. Da mucho vértigo, pero estimula muchísimo.

—¿Cómo se ha llegado a hacer entender el personaje de Quim? ¿Cuesta más mantenerse en el trabajo o no tenerlo?

Cuando amas un trabajo y pones tu vida en ello, es muy dolorosa la incertidumbre. Hay mucha soledad, y para ello tienes que tener también otro tipo de trabajos para poder subsistir. A mí la incertidumbre me mata, aunque sea parte del proceso. Me tengo que hacer amigo de ella. Pasa mucho el estar esperando y sufrir. El teatro solo lo he interpretado en la escuela: hay que sufrir y estar muy preparado. Lo quiero vivir, pero aún no he tenido la oportunidad.

Quim: Una de las metáforas más bonitas es detener el tiempo con el silencio. Aunque no es vida su enfermedad, el choque y la crisis que produce, las ausencias, su capacidad para manejar sus emociones como tantos de nosotros… La dificultad para verbalizar. La estructura es muy adecuada para contarlo. Tener capacidad para resolver los conflictos y no tener problemas después.

—¿El teatro es la máxima expresión de la interpretación?

M.A.: Mi experiencia es solo en los trabajos de fin de curso. Es el salto al vacío, ese vuelo… Tienes que sentir que eres para estar ahí arriba y llevarlo perfectamente, conducirlo con la ayuda de tus compañeros y el director. Hay que ser muy maduro.

—¿El teatro y el cine mantienen un pensamiento crítico en el espectador?

M.A.: Incluso la televisión deja huella en el espectador y un punto de vista. Es necesario: es cultura. La historia de España nace de la cultura. Se van a hacer proyectos de bajo coste, pero con gran originalidad. Hay que mantener viva esa llama. Da miedo que desaparezca.

—¿Habéis hecho algún trabajo conjunto con los actores pequeños?

Quim: Hubiese sido genial, pero rodábamos en tiempos alternos y no tuvimos la oportunidad.

M.A.: Los niños tienen una luz y una espontaneidad fantásticas, muy bien definidos. Me hubiese encantado ver a los chavales y hacer un poco de lo que hacen.

—¿Qué os llamó más la atención de la película?

M.A.: Son personajes muy profundos, que se explican muy bien, con grandes heridas, lo que me estimulaba mucho: poder trabajar con ellos.

Entrevista a José Luis Cuerda

—¿Qué mensaje le transmitiría al público para que acudiese a ver esta película?

Cuerda: Que va a ver una historia de unos niños que se llevan muy bien, que cuando son mayores se les complica la vida, y todo eso en una sociedad peligrosa porque su economía se basa en el contrabando de tabaco cuando son niños y en el narcotráfico de mayores. Es, al fin, cómo se relacionan los seres humanos.

—Explíqueme el significado de unos cuantos elementos de la película: el silencio, el mar y el amor.

Cuerda: El silencio es porque más vale estar callado que meter la pata. Hay cosas que uno no se atreve a decir o no sabe por muchas razones, y no sabe lo que siente. El mar es lo que rodea la tierra, es mucho más abundante: se refiere a la vida y a cosas mucho más importantes como pueden ser las naranjas que se aprovechan, siendo un espectáculo, para definir la economía; a una mujer más sensible que los hombres; un juego de cara o cruz; la enfermedad; y una chica que maneja los hilos de la historia y lo que ocurre en el trío infantil. Y del amor, qué te voy a decir yo… Tú sabrás. Es una mercancía muy cara de sabor amargo.

—Este entorno de narcotraficantes y de drogas podría haberse tratado desde un enfoque sensacionalista, pero usted prefiere dárselo humanista. ¿Qué les ocurre a los personajes y qué transmiten?

Cuerda: Me ayudé con Rivas para mostrarlos tal cual. Las escenas de cama de mis películas siempre intento hacerlas para que no parezcan un documental, sino tal como es. Y yo soy tan soso que nunca he montado ninguna orgía ni nada, nunca más de dos. Quiero que cuenten algo más que el hecho de estar unidos en coyunta, dar a entender una historia más apasionada. Aparecen consecuencias y antecedentes, una situación histórica en la que se muestra qué les ha sucedido a los personajes. Es lo que más me interesa: como un documental de perros, que se explica la geografía y la historia. Cuando yo hago documentales, eso es lo que me interesa: abrir una ventana transparente y que se vea a través de ella lo que vale la pena, la carita que están poniendo y no al cogote.

—Ha habido momentos que recuerdan a El Padrino o a Scarface. ¿Qué referencias hay en esta película?

Cuerda: Yo no utilizaría ninguna de esas. Hay un padrino, pero no tiene nada que ver. No es lo mismo lo italiano que esto. Si hay que relacionar al personaje de Juan Diego con algo, sería con las películas de Tom Ford, en las que aparecía un personaje estrafalario con una gran eficacia maravillosa. Gente con gran facilidad de palabra que en tres años de seminario han aprendido mucho latín. La trilogía de El Padrino me encanta, y Scarface es otra gran película muy estilizada.

—También recuerda a Tony Montana con toda la acción policiaca que incluye.

Cuerda: Sí, visto así, sí. Todo se sintetiza en cosas simples, como meter un delfín en la piscina para que el niño juegue con él. Las referencias son más del cine clásico americano que del actual, en el que interesa más el espectáculo. Pero esta película no es nada espectacular y no incluye más que alguna escena de acción. Yo soy un director de mesa camilla que no incluye acción, pero parece que no me ha salido muy mal y me he dicho a mí mismo: “Pues mira, Cuerda, puedes hacer cosas de estas, a ver si por ahí tienes camino”.

—¿El cine como reflejo social, como crítica?

Cuerda: No nos queda otra. Hemos venido al mundo a opinar, y se nos ha dado capacidad de pensar y de juicio. Yo no puedo evitar dar mis opiniones y emitir ese toque.

—¿Es más necesario ahora que en otras épocas?

Cuerda: Siempre ha sido necesario, pero ahora parece que vamos a tener que luchar por nuestra subsistencia profesional, para empezar.

Antonio Saura: No sabría decir las cifras exactas, pero sí es verdad que han bajado más de un 50%. Se han hecho bastantes peliculitas raras, pero películas normales, de cara y ojos, si se hacen 40 este año ya sería un logro. Hay algunas maravillosas, pero no mantienen al cine.

Cuerda: Me acuerdo cuando se hacían 150, aunque solo saliesen 40. Igual que en el cine italiano o alemán.

Antonio: Ya te digo: de 150 a 60 películas con suerte en tres años. Una por quince semanas sería lo normal, pero si baja es que no llenas y te superan otras.

—¿Cómo ha sido trabajar con Rivas? ¿Echa de menos el cine español?

Cuerda: Arjona murió pensando que no le necesitaba nadie, y yo le echaba la bronca diciéndole: “Tú eres necesario y los otros son contingentes”. Vivo, no le hubiese faltado trabajo: se le encargaba un guion al año. He aprendido de él a vivir y a trabajar. Hay una entrevista a Hemingway que me encanta, donde dice: “Hay que tener un detector de mierda en la cabeza como una llave inglesa que no se pueda romper. Un buen narrador debe saber qué contar y qué no, y una buena narración debe enseñarte el 10% de su contenido, el 90% restante debe ser concluyente”. Yo llego al espectador pensando que es un ser inteligente y sensible, mirándole a la cara y mirándome a mí mismo con honestidad. Lo de que hay que darle al espectador las cosas mascadas y digeridas… Si haces mierda, la gente va a reconocer que es mierda. No hay que pensar que el espectador es imbécil: es lo que más me ha jodido en este mundo.

—¿Cuánto cuesta ahora mismo hacer una película como esta?

Cuerda: Depende de la película. Esta, en concreto, tres millones y pico de euros. Ahora ya no se puede hacer, porque no hay una base legal para conseguir financiación. Con la financiación española no se haría cine en ningún sitio del mundo. Al cine español se le ha hecho mucho daño irreparable, y al gobierno le diría que se vaya, por echarnos del cine español al no poder hacer películas.

Esther Soledad Esteban Castillo

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